A Ana le robaron la niñez (VIII)
Ana cogió aquel tren con destino España. En el compartimento del tren que le tocó viajaban 4 personas, todas mujeres. Dos se pasaron prácticamente todo el viaje durmiendo, parecían marmotas.
Empezó a hablar y conectar con una señora mayor, las dos dejaron el compartimento y se fueron al vagón restaurante. Después de cenar algo se fueron al bar del tren y tranquilamente aquella señora le hizo olvidar todas sus desgracias, era una persona que había conocido dos guerras y perdido a su marido tres años antes y desde entonces viajaba mucho y pasaba largas temporadas en distintos países en casa de sus amistades.
Esta vez venía de casa de su hijo, que era capitán de aviación, y también tenía una hija que era una famosa doctora.
Le contó los horrores vividos en Auschwitz y Dachau, donde estuvieron ella y su marido, aunque en otra ala diferente. Gracias a su fuerza de voluntad sobrevivieron al holocausto. Ana no puede describir el dolor que sentía al escuchar el relato de aquella mujer en la noche de viaje, llegó a pensar que lo suyo no era nada en comparación. Aquella noche entendió que no se puede odiar a sus enemigos, pues el daño y el sufrimiento es para nosotros y comprendió que por mucho que le hicieran ella no sabría odiar. Después de largas horas de charla, el viaje tocaba a su fin. Se dieron un largo abrazo y se despidieron con lágrimas en los ojos. A la señora la vinieron a buscar y Ana emprendió el camino a casa.
Durante el viaje, iba mirando por la ventana y veía pasar la parte de su vida que hubieses querido borrar de su mente y esperaba que esta vez su regreso fuera más tranquilo y sereno. Pero se equivocaba, su hermano estaba enfermo, muy enfermo, y se tenía que hacer a la idea de que lo perdería.
Se puso a trabajar y todo el tiempo que tenía se lo dedicaba a su hermano. Fue una enfermedad larga, muy larga, y ella luchó junto a su hermano. Cuando el fin se acercaba, apareció su madre.
El primer contacto fue frio y corto.
Estas fueron las palabras: “¿Qué tal esta tu hermano?”
Se puso a los pies de la cama, sin acercarse, por miedo a que le contagiara algo su hijo
-¿Está dormido? -preguntó la madre.
-No, está sedado -fue la respuesta de Ana.
Acto seguido, salió de la habitación y se lavo las manos y la cara, tenia miedo y asco de su propio hijo.
-Por Dios mamá, que es tu hijo, no te comportes como una extraña. Te pido por favor que si se despierta no te comportes de esta manera. Te llamé por que él me pidió que te llamara para despedirse de ti y perdonarte todo el daño que nos habías hecho, sobretodo a mí.
-Yo no te he hecho nada, he sido una buena madre -fue la respuesta de la madre.
Ana se puso a reír y le dijo:
-Tienes memoria selectiva. No recuerdas cuando nos echaste de tu casa gritando “fuera, fuera, mi marido no os quiere y ya podéis buscaros la vida, tengo mucho trabajo con los gemelos y si él no os quiere yo tampoco“.
Ana dio por acabada la conversación.
Pasaba los días trabajando y las noches cuidando de su hermano. Ella le llevaba todo lo que le pedía aunque no se lo comiera.
Uno o dos días antes de que el hermano de Ana falleciera, la madre cogió todo lo de la mesita del enfermo: 10.000 pesetas, una cadena de oro, un sello de oro, una esclava y las llaves de la casa. Cuando Ana vio aquello, la sacó al pasillo y le dijo:
-Dame todo lo que has robado, solo has venido para esto. No tienes corazón, eres un cáncer para nosotros. Has conseguido que mi vida sea un infierno, pero vete, vete a tu casa. Tu no eres madre de nadie, eres tan egoísta y mala persona que no te respetas ni a ti misma. Un día te perdonaré, pero ahora no puedo.
En ese momento, su hermano se despertó.
Al día siguiente, el desenlace se acercaba y su hermano le pidió que se acercara y le dijo:
-Nena (siempre la llamaba nena), te quiero. Tu has sido ni madre, hermana y amiga, has sido lo mejor de mi vida..
Y sus ojos se apagaron mientras cogía de la mano a su hermana.
Para Ana fue muy duro ver como la única persona que fue como un hijo aparte de maravilloso hermano, que era buena persona y alegre, se fue y con él una parte de la alma de Ana.
Continuará.