Masaje salvador

2024-04-01T12:10:28+01:0001/04/2024|

Esta historia ocurre en el precioso pueblo de Cadaqués, en la Costa Brava, un bello pueblo junto al mar Mediterráneo. Sus empedradas calles contrastan con la blancura de sus casas y el intenso azul de sus puertas y ventanas.

En este paradisíaco lugar vivía Nani. Su trabajo: masajista.

Pero no era una simple masajista; tenía un don especial que había heredado de su abuela: podía sanar a las personas con sus manos. Era reconocida en todas las poblaciones cercanas, solían venir de Tossa de Mar, Begur y muchas otras poblaciones a poner sus cuerpos en manos de la masajista. La cara de los pacientes a la entrada y la salida reflejaba la mejoría después de pasar por ella. Muchos acudían a ella como si fuera una de las antiguas curanderas que solían encontrar por la zona. Pero no, ella solo curaba a través de los masajes con sus manos.

La vida de Nani cambió bruscamente un frío día de invierno con una fuerte tramontana de fondo. Mientras cerraba su consultorio, una banda de ladrones la emboscó, arrastrándola hacia la oscuridad de los rincones de las frías calles. Luchó fuertemente, pero un golpe en la cabeza la dejó inconsciente, llevándola lejos del lugar.

Cuando Nani recobró el conocimiento, se encontró en una vieja casa, rodeada por frondosos pinos. Podía escuchar el ruido del mar de fondo, claramente se encontraba cerca de un acantilado. La banda la secuestró para que curara todos los golpes que recibían sus miembros en sus fechorías. Día a día, Nani veía como su espíritu se rompía, en cambio, su poder sanador continuaba intacto.

Entre todos los casos que tuvo que sanar en su cautiverio estaba el de Jordi, este chico fue fuertemente golpeado en una pelea con una banda rival. El cuerpo le quedó lleno de moratones con un dolor prácticamente insostenible. Jordi apenas se podía mover. Pasados unos días de la paliza, Nani empezó las sesiones de masaje en el maltrecho cuerpo.

El proceso fue agotador y angustiante. Nani en ningún momento dudó de que el joven Jordi se recuperaría; la energía sanadora de la masajista luchaba contra el veneno de violencia y odio que dejaron al joven al borde de la muerte.

Cuando estaba a punto de acabar Nani, en una de las últimas sesiones, Jordi la cogió de las manos, apretándolas fuertemente, dándole las gracias por su trabajo.

—Gracias por salvarme la vida.

—Sabes que lo hago obligada, tus amigos me tienen secuestrada.

—Te ayudaré a escapar como agradecimiento por tu ayuda.

Una oscura noche, Jordi entró donde dormía Nani. Pidiéndole silencio, le susurró que le acompañara.

Caminaron media hora y, al llegar a una carretera, el secuestrador le dijo lo que tenía que hacer.

—Sigue recto por la carretera, cuando llegues al primer pueblo pides ayuda, explica a la policía donde estamos. Yo no quiero seguir en esta vida, pero la única forma de salir vivo es detenido; si no será muerto.

—¿Por qué no escapas tú conmigo?

—Me seguirían y me matarían cuando me encontraran.

Nani caminó tambaleante hacia el pueblo. Una vez en él, hizo todo como le advirtió su captor.

Cuando todos los integrantes de la banda estuvieron detenidos, por fin pudo volver a Cadaqués. Caminaba despacio mirando todos los lugares donde vivió, se paró justo frente al restaurant Nord Est. Desde el interior, el chef de cocina, Gabriel, la miraba sorprendido. Todo el mundo la daba por muerta, hacía mucho tiempo que desapareció. Tímidamente, el jefe de cocina levantó la mano para saludarla. Nani esbozó una sonrisa; se acordaban todavía de ella.

La noticia corrió como la pólvora, todo el mundo quería estar cerca de ella para escuchar su increíble historia. Con lágrimas en los ojos, Nani repetía lo sucedido a todos los que querían saludarla y darle un fuerte abrazo. La gente escuchaba en silencio, horrorizada por todo lo sucedido. Todos y cada uno de ellos proferían palabras sobre su inmensa fuerza para sobrevivir.

Con el tiempo, Nani volvió a practicar el arte del masaje, demostrando a todo el mundo que siempre hay luz al final del túnel.

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