Último aliento

2020-03-11T20:36:49+01:0011/03/2020|

Pedro es un conductor de trenes desde hace casi 40 años. Sus ojos han visto prácticamente de todo desde un tren, muchos suicidas, y cada vez que se cruzaba en su camino uno, no podía evitar llorar. Se sentía culpable. Era una depresión de unos meses, sobre todo si eran jóvenes.

Como cada día, salió de su casa temprano. Su tren era uno de los tres primeros que salían de l’Hospitalet de Llobregat con destino Malgrat de Mar (desde hace un tiempo este era su recorrido a causa de las tormentas que derribaron el puente que une Malgrat con Blanes).

Actualmente estaba un poco deprimido, pues a su mujer le detectaron un cáncer de mama. Aunque en un principio parecía que no era mortal por sus características, le continuaba preocupando, él amaba a su mujer y no resistiría perderla.

Le correspondió el tren de las 6:28h; éste le gustaba mucho pues veía amanecer y eso le encantaba, mientras circulaba por las vías cercanas a las playas del Maresme. Como siempre que no tenían ninguna incidencia salió puntual.

Enric es un pequeño empresario de Calella. Tiene varios negocios y está casado con Montserrat. Llevaban 25 años casados, se casaron muy jóvenes, y tienen dos hijos.

Hace dos semanas, Enric hizo algo que nunca hubiera hecho, pero a veces la vida te pone pruebas. Le dijo a su mujer que se marchaba a Zaragoza por asuntos de sus empresas, pero en realidad lo que hizo fue un viaje a Milán para ver a una amiga. Esa amiga pasó tres días con Enric e intimaron, fueron tres días de desenfreno sexual. Cuando regresó a Calella fue a su casa y volvió a la rutina familiar.

Pasados tres días, Enric empezó a encontrarse mal. El corazón se le aceleraba cuando escuchaba en las noticias que la nueva enfermedad, el coronavirus, se extendía por todo el mundo y que en Europa empezó en Italia. Al cuarto día tomo la decisión. No podía explicarle a la familia lo de Milán.

Madrugó más de la cuenta y salió de su casa con la idea clara, era el día. Tomó un café y le dijo a su mujer que tenía que hablar con un representante. Eran las 7:15h cuando estaba paseando por el paseo de mar, con la mirada perdida y la mente en blanco. La fiebre le ponía los ojos vidriosos y la tos no le dejaba respirar bien.

A las 7:40h estaba sentado en un banco del paseo, no se veía casi nadie porque el tiempo no acompañaba. A las 7:43h, Pedro puso en marcha el tren en la estación de Sant Pol, de momento era un viaje tranquilo. La entrada al túnel siempre le daba un poco de claustrofobia, no le gustaba. El tren tenia que llegar a la estación de Calella a las 7:47h. A las 7:45h, el tren sale del túnel en Calella, en el mismo momento que Enric se pone de pie y empieza a caminar con una idea clara. El fin estaba cerca. En el bolsillo tenía una carta para su mujer y sus hijos.

A las 7:45h suena el teléfono particular de Pedro. Aunque lo tenían prohibido, últimamente siempre lo cogía por lo de su mujer. Precisamente era ella dándole la noticia de que en el hospital le explicaron que estaba totalmente curada. La sonrisa de alegría se le congeló cuando vio un hombre que se encaramaba a la valla que separa la vía del paseo.

Todo pasó de repente: un pastor alemán que paseaba con su dueño escapó y se abalanzó sobre ENRIC, enganchándolo de una parte del pantalón haciéndole caer en el paseo en el momento justo que pasaba el tren delante de él. Pedro lloró de alegría: un perro nervioso evitó lo inevitable. Enric se levantó del suelo y el dueño del perro lo llevó al hospital, donde le pusieron varias vacunas y le hicieron una analítica completa. Todo lo encontraron bien, solo un poco de fiebre de una gripe que estaba incubando.

PD: Enric no denunció al dueño del perro, al contrario; unos días después fue a visitarlo y abrazó al dueño. Por supuesto, lo de Milán nunca lo explicará.

Pedro pedirá unos días de vacaciones cuando acabe todo lo del coronavirus para viajar con su esposa.

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