Las ruinas
A pesar de las protestas de la gente del pueblo, el ayuntamiento decidió construir un centro comercial sobre las ruinas romanas que fueron encontradas hace mucho tiempo. Un tanatorio y un hospital estaban muy cerca.
La construcción se acabó en unos cuantos meses, nadie sabía por qué se pararon las obras tres veces durante su ejecución.
Todo el mundo se extrañó cuando la primera vez un obrero desapareció, a día de hoy nadie da una explicación de lo sucedido, está entre los desaparecidos para la policía.
Una cosa muy extraña sucedía los días que alguien reposaba en el tanatorio cercano, por las noches se veían atravesar la carretera cercana unos seres envueltos en sabanas. Los pocos que vieron esas apariciones dicen que se les escuchaba llorar, mientras desde las obras del centro comercial se escuchaban grandes gritos. Los que más los escuchaban eran los perros.
Su fino oído lo oía todo, lo que les hacía aullar; unos aullidos lastimeros que infundían miedo a todo el que los escuchaba.
La segunda vez que se detuvo la obra fue porque, misteriosamente, cada noche desaparecían herramientas para aparecer en sitios extraños cerca de la construcción.
Los vecinos poco a poco se fueron acostumbrando a todo eso, aunque muchos tuvieron que recurrir a la medicina para poder dormir.
La empresa constructora, en vista de los acontecimientos de las herramientas, decidió poner vigilantes por la noche.
El primero duró unas horas; a las doce de la noche salió corriendo y no volvió ni para liquidar lo poco que le tenían que pagar.
Cuando fue preguntado “¿por qué se marchó?”: la respuesta fue:
—No me pregunten nada, pensarán que estoy loco.
Nadie sabe a día de hoy porque se marchó.
Bueno, yo si. Por eso os estoy contando esta historia.
El segundo vigilante empezó a trabajar a las diez de la noche. Se fue a cambiar de ropa, cuando salió del vestuario salió muy pálido. No dijo nada, se marchó y nunca volvió a trabajar.
Las obras continuaron a un buen ritmo, a pesar de no poder encontrar un vigilante para las noches.
La noche era cerrada, un coche circulaba por la vieja carretera. Un poco antes del tanatorio hay una curva bastante cerrada, el vehículo circulaba a una velocidad bastante normal para la oscuridad que reinaba esa noche. Nadie vio nada. Solo el ruido de un coche chocar contra un edificio que hay justo en la curva. La policía y los sanitarios llegaron rápidamente. Ante la actitud del conductor, que estaba muy asustado, se le hicieron pruebas de alcohol y drogas. Por una baja cantidad dio positivo de alcohol, con ese resultado llegaron a la conclusión que estaba viendo visiones cuando repetía:
—No puede ser, apareció de la nada, lo atropellé, ¿dónde está?
—No hay nadie, usted tuvo el accidente en solitario.
—Le juro que una persona estaba delante del coche al tomar yo la curva.
Le fue retirado el carnet de conducir, a día de hoy sigue comentando que una persona estaba delante del coche.
Todos estos casos hubieran quedado en el olvido, pero algo cambio este fin de semana.
El centro comercial ya estaba acabado, se hizo una inauguración con todos los representantes del ayuntamiento y otros de esferas políticas más altas. Recorrieron todos el centro comercial, todo nuevo, todo muy bonito. Después de tomar cava y algunos canapés quedó en silencio, los vigilantes de la noche esta vez ya estaban armados.
La noche se presentaba tranquila, uno de ellos vigilaba a través de las pantallas las cámaras que tenían en todo el establecimiento. Todo en orden. De repente, una figura apareció por el parking subterráneo, se veía claramente a través de los monitores.
El que estaba en los monitores aviso al compañero que hacía la ronda por todo el edificio.
—Una persona en la planta dos del parking.
—¿Va armada?—preguntó el compañero.
—No, no parece que lleve armas, pero ten cuidado.
La poca luz del parking apenas dejaba ver a más de tres metros.
—Vas recto hacia él, parece que te esté esperando.
El vigilante sacó su arma reglamentaria, por si fuese necesario usarla.
La visibilidad era casi nula, pero empezó a vislumbrar una silueta que parecía humana.
—¿Qué hace usted aquí? —gritó el vigilante.
El silencio fue la única respuesta.
—Póngase a la vista con las manos arriba.
La acción fue colocarse detrás de una de las columnas.
El vigilante, con toda la cautela del mundo, se acercó poco a poco. Al llegar a la columna vio que nadie estaba allí.
La figura ahora estaba en otra esquina del parking.
Lentamente se fue acercando. Cuando estaba a menos de dos metros, volvió a desaparecer.
Con la linterna en una mano y la pistola en otra, fue auscultando todo lo que la vista le permitía.
En un rincón del sótano, una pequeña trampilla estaba medio abierta.
El vigilante poco a poco se acercó, esta vez la figura no se marchó, pero en los monitores del compañero ya no se veía a nadie. Señalando el orificio, habló:
—Aquí están mis antepasados, ¿por qué vinisteis los humanos a perturbar su descanso?
La luz de la linterna iluminó una gran cantidad de huesos que estaban arrinconados.
El vigilante temblaba de miedo. Mientras, el compañero le preguntaba que por qué no avanzaba si estaba solo. Nadie más trabajó por la noche en ese supermercado, las almas de los muertos paseaban por todo el establecimiento cuando nadie les veía. Era frecuente encontrar estanterías caídas y cosas por el suelo. El supermercado cerró sus puertas al poco tiempo.
Cuando se conocieron los sucesos, la gente dejó de frecuentar el establecimiento.
Las ruinas romanas también escondían un cementerio, todas las almas que quedaron atrapadas son visitadas por los vecinos que van falleciendo, mientras están en la morgue del tanatorio.
Los muertos quieren su lugar, nadie tiene suficiente poder para molestarlos, su venganza puede ser imparable.
PD: todos los hechos y situaciones que se narran en este relato son fruto de la imaginación del escritor, nada tiene que ver con ningún lugar en concreto. Si hay alguna similitud con algún lugar es pura coincidencia.