El tren del más allá
Miguel era una persona muy normal, su vida transcurría sin ningún tipo de sobresaltos, bastante rutinaria siempre. Vivía solo, de casa al trabajo, no solía variar su camino. Pocas veces salía con amigos, prefería estar solo en casa.
Siempre iba vestido de negro, su armario solo tenía ropa negra, adornaba su vestimenta con alguna gorra también negra.
Cuando caminaba por la calle se sentía como en otro planeta, las personas iban de un lado a otro sin rumbo en la gran ciudad, parecía un náufrago en medio del mar.
Solía ir a trabajar en coche siempre, pero una avería le hizo acudir aquel día en metro. A pesar de varios trasbordos, eso era mejor que quedarse sin trabajo por no acudir a su puesto. Trabajaba en unos grandes almacenes, como contable tenía que controlar todos los gastos e ingresos diariamente, casi siempre era el último en salir. Antiguamente, el solar donde se ubicaban los almacenes fue un cementerio; muchas veces le parecía escuchar lamentos cuando se quedaba solo.
Aquel día se le complicó la cosa y tendría que salir más tarde, suerte que el metro esa noche funcionaria a todas horas. Consiguió acabar bastante tarde, el silencio era total en su puesto de trabajo. los ojos ya le lloraban de tantas horas mirando el ordenador.
Se levantó de su silla y se dirigió hacia la salida, no sin antes conectar la alarma. La noche era muy oscura, las nubes tapaban la poca luna que se podía ver. Le recordó a una película de terror. Empezó a llover pausadamente, aquella agua que no se ve pero te empapa.
Su figura, todo de negro en la noche, todavía le daba un aspecto más tenebroso. La entrada del metro estaba a poca distancia ya, las luces de la calle parpadeaban como si se quisieran apagar. Bajó con cuidado los peldaños para no resbalarse con la humedad de la lluvia, nadie se veía a lo largo del pasillo que le llevaría hasta el andén.
Empezó a escuchar una triste melodía, ya distinguía dos figuras que tocaban dos instrumentos, eran dos figuras un poco fantasmagóricas. Donde estaban prácticamente no había nada de luz, sintió un poco de miedo. ¿Que hacían tocando a esas horas?
Nadie viajaba en metro, él era el único viajero que se veía por el lugar.
Cuando se cruzó con los dos músicos no quiso mirarles a la cara, pero no pudo resistirse y miró de reojo a las figuras que emitían esa triste melodía. No pudo ver sus caras, la oscuridad no se lo permitió.
Al fin ya divisó las vías, ya estaba en el arcén esperando su tren para marcharse a su casa. Nadie se veía, las pocas luces que funcionaban parecía que perdían potencia, en cualquier momento se podían apagar.
Faltaban un par de minutos para que llegara en convoy cuando, al final del pasillo, vislumbró la silueta de los dos músicos que se acercaban hacia él. No podía verles la cara, daba la sensación que no tuvieran, que solo tuvieran huesos. Parecían esqueletos, los saxos ya no eran tales, se habían convertido en guadañas.
Estaban ya a pocos metros, la luz seguía haciendo de las suyas y no dejaba ver sus caras. Al fin aparecían las luces del tren que llegaba a la estación.
Nadie en ningún vagón, incluso las luces de dentro estaban casi apagadas, era una sensación de terror lo que sentía. El miedo se estaba apoderando de él, el sudor en sus manos y frente era muy importante a pesar de la temperatura que hacía.
El metro se detuvo cuando las figuras de los músicos estaban ya a menos de cinco metros. Apresuradamente subió para intentar huir de aquellas personas que le producían tanto miedo. Las puertas se cerraron. Miró con pavor como una figura estaba sentada en un banco. Era él. Los dos músicos se pararon junto a su réplica, con las guadañas hicieron acción de cortar la cabeza.
Su grito no lo pudo escuchar nadie, porque nadie había en la estación. El tren se puso en marcha, en la pantalla de un panel pudo ver como pasaban imágenes de su vida.
¿Qué estaba pasando?
Él estaba en el tren, una imagen parecida a la suya estaba en un banco con la cabeza cortada, las dos figuras ya desaparecieron y su vida salía en un panel. Era el único pasajero de aquel tren nocturno. La velocidad fue subiendo, no volvió a parar en ninguna estación, nadie cogió ningún tren a esa hora. El tren entró deprisa en un túnel, la oscuridad no le dejó ver nada.
¿Hacia dónde iba el tren?
Nunca lo supo, desapareció en la oscuridad del túnel.
¿Quizás a otra dimensión?
Los primeros viajeros de la mañana se quedaron horrorizados ante la visión de un hombre de negro decapitado en un asiento.