Historias y vivencias de un camarero en Calella (XVI)
Hoy me toca explicar las cosas que tenemos que escuchar en un bar o restaurante.
Seguro que alguno de vosotros hicisteis alguna pregunta de estas o parecidas. Primera cuestión. Entra un cliente y pregunta:
—¿Tienen lavabo?
—No, no tenemos lavabo, los camareros y clientes de este local hacemos nuestras necesidades en cualquier esquina.
Otro cliente:
—¿Una pregunta, tienen lavabo?
Respuesta:
—Si.
—¿Dónde está?
—Lo siento, usted me dijo una pregunta.
Otro día, con las persianas casi abajo del todo, llega el cliente y con voz alta pregunta:
—¿Estáis cerrando?
—No, no, es que nos gusta que los clientes jueguen al Limbo.
Limbo: es un juego tradicional para bailar, competir y divertirse. Los niños deberán de pasar por debajo de un palo. Este cada vez se irá fijando más abajo y el que no pueda hacerlo o caiga será eliminado.
Otro día, con todas las sillas sobre las mesas para limpiar.
—¿Cerráis ahora?
—Por supuesto que no, esta es la nueva decoración del local.
Como siempre, después de comer o tomar algo, hay que pedir la cuenta. «¡Perdona!», porque todos sabemos ya que los camareros se llaman Perdona de nombre de pila. Todos. Perdona Pérez, Perdona Gutiérrez…
Una vez se le llama la atención se le pide la cuenta: «¡Jefe, la dolorosa!». Es una manera curiosa de pedirla.
Pero es mucho mejor hacer gestos con las manos a lo lejos. Mientras arqueas las cejas y le haces tshh tshh, haces como que escribes en tu propia mano. Algún camarero despistado viene y te trae un boli.
Una pregunta que nos hacemos los camareros es que, si en el local hay diez mesas vacías y solo una de ellas está sucia, porque siempre se suele sentar la gente en la mesa sucia.
A continuación, un escrito sobre los camareros:
Camareros que nos alegran la vida en los benditos bares
Los benditos bares son lugares donde hacer amigos y conocer a gente de todo tipo.
Pero los bares no serían nada sin esas personas que se dejan la piel haciéndolos funcionar: los camareros.
Porque los benditos bares serían menos benditos sin sus camareros.
Llegan a primera hora, ponen las mesas y las sillas, encienden la cafetera, cargan las neveras, organizan las tapas…
La dedicación de estos profesionales es innegable e imprescindible.
Existen tantos tipos de camareros como bares: el camarero profesional y preciso de restaurante, el amigo de toda la vida del bar de abajo, el chistoso del bar típico de pueblo, el ligón que te acaba invitando a algo para sacarte el teléfono o el camarero-confidente-psicólogo del bar de copas.
El camarero de restaurante es rápido, preciso y mantiene la compostura (y el equilibrio) en todo momento.
Son camareros y camareras profesionales, exigentes en su trabajo y por supuesto elegantes y hasta, en ocasiones, invisibles.
Un buen camarero de restaurante se nota por su ausencia. O lo que es lo mismo, cuando están haciendo su trabajo ni se les nota, porque siempre tendrás sobre la mesa lo que necesitas.
En el bar más cercano nos encontramos con el camarero que bien podría ser uno más de la pandilla. Este camarero es aquel que parece conocernos de toda la vida, nos pregunta sobre nuestra vida y echa en falta a aquellos amigos que no han podido venir al bar esa tarde. Con él podemos hablar de cualquier tema: fútbol, televisión, rolletes, amoríos, estudios… Da igual cuánto tiempo haga que no vamos a ese bar, él siempre te reconoce e incluso te llama por tu nombre. Y ¿a quién no le gusta que este trato tan personal?
Cuando vamos de vacaciones al pueblo nos encontramos con uno de los tipos de camareros más divertidos: el chistoso de frase certera para cada momento. Por lo general, aunque no siempre, son personas mayores con mucha experiencia en la vida y, por tanto, con una perspectiva muy amplia de la vida. Estos camareros siempre saben qué decir de tal manera que te arrancan una sonrisa incluso en momentos difíciles. Qué sería de nosotros sin ellos.
Por supuesto tenemos que hablar del camarero ligón, ese que te sube el ego entre cacahuete y cacahuete.
Este camarero realiza la obra social de levantarnos la autoestima cuando nos hace falta. Y si encima termina invitándonos a algo, pues mejor. Por último vamos a hablar de ese camarero que tanto nos ayuda, el camarero, psicólogo y confidente.
Este camarero suele estar detrás de una barra y, entre vaso y vaso, se dedica a escuchar. Nunca habla, nunca opina, pero tiene un sexto sentido para identificar quien necesita que le tiren de la lengua.
A estos grandes del sector les debemos mucho, por eso queremos rendirles un gran homenaje.
Todos y cada uno nos acompañan en diferentes momentos de nuestra vida y pueden suponer un apoyo en los malos momentos.