Historias y vivencias de un camarero en Calella (XI)
Continuamos en la Sala Mozart. Muchos de ustedes recordarán una publicación que se repartía por toda Calella, se llamaba “Fulla al vent”, era una revista gratuita. Mirándolo fríamente estaba muy mal estructurada. Vamos, que no sabías como estaba organizada. Pero una cosa si es cierta: si buscábamos algo siempre recurríamos a ella, allá lo encontrabas todo: empleo, recetas de cocina, carteleras de cine locales, relatos, horóscopo… como os dije, todo, y por supuesto muchísimos anuncios de los negocios de Calella. Siempre la repartía los sábados el Sr. Casabo, este señor era diseñador, maquetador, encargado de anuncios, impresor, todo lo realizaba él solo. Alguna vez hablé con él y siempre me decía: “el día que muera yo, morirá también ‘Fulla al vent’”, como efectivamente sucedió. Alguna vez intentaron comprársela, él se negó a venderla, no quería qué cayera en manos de especuladores que solo quisieran ganar dinero.
Un cliente de la cafetería (muy bien situado económicamente, dueño de muchos locales) venía siempre el sábado por la mañana a tomar un cortado, cogía el Mundo Deportivo y se sentaba en una mesa un poco alejada de la barra. También cogía una “Fulla al vent”, desde la mesa me controlaba y no leía el periódico, disimuladamente doblaba la revista de Casabo y muy sigilosamente se la guardaba en un bolsillo de la chaqueta, siempre sin perderme de vista para que yo no lo descubriera (supongo que él no sabía que la revista era gratuita y podía cogerla quien quisiera). Cuando la hacía desaparecer, pagaba el cortado y se marchaba orgulloso que una semana más el camarero no lo descubriera.
Esta cafetería estaba catalogada por mucha gente como un bar de “viejos”. Nada más lejos de la realidad, cada hora tenía su clientela, nunca olvidaré los fines de semana por la noche.
Todos los viernes y sábados, a partir de las 22:00 horas, las más de 20 mesas se llenaban a tope, más de 80 personas tomando los clásicos cubatas, antes de la 1 de la mañana imposible cerrar. Luego todos se marchaban a las discotecas, se juntaron grupos muy majos, gente sana y alegre que antes de entrar a la disco se tomaban unos cubatas (los precios de la discoteca eran muy altos y la cafetería tenía precios populares). Alguna vez, cuando acababa de trabajar, me pasaba a tomar una copa por alguna disco, siempre me encontraba a algunos de ellos.
Otra demostración de lo que digo es lo siguiente: una guapa chica entra en la cafetería, era joven, de 17 años, se sentaba y tomaba un café con leche o una Coca Cola, yo servicial me acercaba.
—Buenos días, ¿qué le pongo?
—Un café con leche, por favor.
Le servía y me retiraba, si no tenía mucho trabajo me volvía a acercar con cualquier excusa.
—Hace buen día hoy.
—Si, la verdad es que si.
—¿De donde eres?
—Vivo en Pueblo Nuevo.
—Yo también, qué casualidad, nunca te he visto por allá. ¿Que haces por aquí? —pregunté.
—Vengo a ponerme unas lentillas y para acostumbrarme las tengo que tener una hora y luego volver a la Óptica Viñas que está en la calle Bruguera.
Aquella chica tenía una encantadora sonrisa de blancos dientes, pelo castaño y una dulzura en su habla que te hipnotizaba. Pasó lo que tenía que pasar, nos encontrábamos en alguna disco con sus amigas. Después de 33 años continuo con ella, es mi esposa y madre de mis hijos, creo que aproveché el momento justo que con las lentillas no veía bien para liarla.
Ya sabéis cómo y donde conocí a mi mujer. Otro camarero llamado Toni, también conoció a la suya. Paco sigue soltero, pero unas cuantas amigas las conoció en la cafetería, os lo aseguro. El jefe Arcadio (padre) siempre tenía detalles con los camareros, ya dije antes que es uno de los mejores jefes que he tenido.
Todos los días festivos me indicaba que cogiera una botella de cava de la nevera y me la bebiera en casa con la familia, todos los domingos compraba un pastel o roscón y lo repartía entre los camareros para merendar y muchos detalles más. Cualquier persona que lo conoció no puede hablar mal de él, ni camareros ni proveedores, ni repartidores, ni por supuesto clientes. A día de hoy todavía me parece verlo sentado en una mesa con su puro y su chupito de whisky, decía que era bueno para la circulación.
Una anécdota muy divertida.
Un día teníamos bastante trabajo, pregunto a una pareja que querían.
—Un Cacaolat natural y una botella de agua.
Se lo preparo en una lateral de la barra, él coge el Cacaolat y enérgicamente lo mueve, no se dio cuenta de que se lo deje abierto, imaginaros como quedó todo el cliente. Otra vez los camareros del jardín catalán, precioso local que estaba en la calle San José, como no tenían cafetera, si alguna mesa quería café, lo venían a buscar.
—¿Me puede llenar la jarra de café, Sr. Arcadio? —depositando una gran jarra de las de sangría en la barra.
—¿Cuántos cafés queréis?
—Hasta que esté llena.
El jefe empezó a hacer cafés y llenar la jarra, la temperatura de la jarra fue subiendo con los cafés y cuando puso el último café, la jarra crujió con la consiguiente inundación de café por toda la barra. Al principio se enfadó y les dijo que ya no le ponía más cafés, después cogió una jarra de las nuestras y él mismo se la llevó hasta el local. A veces hablo con Luis o Rinus, que eran los camareros, y nos echamos unas risas con lo sucedido.
El Sr. Arcadio era periquito y su frase favorita era: “tres cosas hay en la vida que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el Club Deportivo Español”
La semana que viene más historias de compañeros y clientes.