Historias y vivencias de un camarero en Calella (VII)
Una de las cosas que tengo entre mis recuerdos es la cantidad de personas de diferente nacionalidad que conocí, muchas cartas y más felicitaciones de Navidad. Normalmente, los extranjeros que nos visitaban eran muy dados a recordar a las personas que les atendían todos los días.
En La Quadra hice muchos conocidos, pero como dije anteriormente en otro capítulo, pocos amigos, la noche es una mentira constante.
Otro recuerdo que tengo del local es lo buenas que estaban las butifarras. No, no me he equivocado, he dicha butifarra; durante un tiempo, en la llar de foc, junto con el fuego se podía uno tostar el pan y con una parrilla que teníamos, los clientes se podían hacer las tostadas con butifarra, creo que actualmente no hacen ni tostadas ni butifarra, supongo que fue una prueba piloto.
En La Quadra teníamos una mascota, un gato, le llamábamos Florencio en homenaje a un presentador que actuaba en La Guitarra, era muy frecuente ver al gato entre los clientes mientras estos bailaban. Más de una vez intentaron robarlo, pero el gato se ponía muy furioso cuando intentaban salir del local.
Recuerdo a un cliente francés que casi acaba con la bodega, cogió tal borrachera que tuvimos que llevarlo hasta el hotel, suerte que a la entrada, mientras charlábamos con él, nos dijo que estaba en el hotel Neptuno. Llevarlo entre dos era muy difícil, estaba casi en coma, no reaccionaba a nada. Solución: cogimos un carretón de transportar paquetes de una fábrica cercana.
La estampa era muy cómica, la cantidad de kilos que pesaba y lo grande que era hacía difícil su traslado. Dos empujábamos el carrito al mismo tiempo que le aguantábamos cada uno una mano, otros dos aguantaban cada uno un pie. Al llegar a la puerta del hotel, el sereno no se quería hacer responsable de él pero ante nuestra amenaza que si no lo recogía se lo dejábamos en la puerta, accedió a que lo depositáramos en un sofá apartado de la recepción hasta que se despertara.
Dos días después volvió a La Quadra y nada más entrar por la puerta empezó a reírse a carcajadas cuando le dijimos como lo transportamos. Los días que siguió con sus vacaciones no volvió a beber alcohol, solo agua.
Cuando la sala estaba muy masificada, a veces se montaban pequeños altercados que fácilmente se podían controlar, a mí ya no me temblaban las piernas cuando tenía que actuar en alguno de ellos.
En La Quadra es difícil salir sin pagar, básicamente porque se cobra al contado, cuando el cliente viene a buscar su consumición, pero queda para el recuerdo la obra de arte que cometió un individuo.
20:30h de la noche, estamos empezando a montar todo lo necesario para la sesión, entra una persona con un mono de trabajo.
—Buenas noches.
No era normal ver a gente vestida de trabajo en este local.
—Buenas noches, ¿qué desea?
—¿Está el jefe?
Me dirijo al almacén donde Jose y Pedro están contando el stock.
—Jose, una persona pregunta por el jefe.
Jose sale del almacén y se pone a charlar con él.
—Dígame que desea.
—Estamos trabajando en el agua —esos días se estaba canalizando el agua del Tordera hasta Calella, día, noche y fin de semana incluido— nos entraron a robar en la barraca donde guardamos nuestra ropa y las herramientas y nos robaron todo, las fiambreras con la cena incluida, no nos dejaron nada. Si usted fuera tan amable y nos proporcionara seis bocadillos y algo para beber, mañana nosotros se lo pasaríamos a pagar.
Unos segundos de duda y Pedro se puso manos a la obra a preparar los bocadillos.
—Veo que la decoración del local tiene mucho que ver con los establos —comentó.
—Si, todo lo que tenemos es artesano, lo compramos en masías que ya no lo usaban.
—Nos está haciendo usted un favor tan grande, mis padres tienen una masía a la venta y está llena de cosas como las que tienen de adorno, si quieren quedamos mañana y me acompañan y pueden coger todo lo que les apetezca.
—Bueno, tendríamos que hablar del precio —terció Jose.
—Nada, no quiero nada, yo se las regalo por el gran favor.
Después de una charla de media hora, el trabajador salió por la puerta sin parar de agradecer el favor, quedando para el día siguiente con los jefes para ir a la masía a recoger lo que quisieran.
A la hora convenida, los jefes esperaban a la persona en el lugar indicado. Pasada media hora, y viendo que no aparecía, se dirigieron a la obra de las aguas, preguntaron por el encargado, explicándole que buscaban a la persona que ayer fue al local pidiendo ayuda por el robo.
—Aquí nadie nos ha robado nada, el turno de noche trabajó normalmente. Creo que les tomaron el pelo.
Pedro y Jose se dirigieron La Quadra, sorprendidos por la habilidad del elemento para embaucarlos y liarlos, creo que nunca más volvió a pasar cosa semejante.
Los platos que normalmente se usaban los compraban en la Bisbal, de vez en cuando hacíamos una excursión Jose y algún camarero para ir a buscarlos con la consiguiente comilona que nos pegábamos.
Otra anécdota: una noche se para la música, se despide a través de los altavoces al público deseándoles buenas noches, todos los clientes poco a poco se fueron marchando, solo quedaban don hombres en la barra charlando. Después de levantar todos los taburetes y cargar cámaras, Jordi (hermano de Jose) se dirige a ellos muy educadamente.
—Señores, sintiéndolo mucho, tenemos que despedirles hasta mañana.
Se incorporan de sus taburetes, uno alarga la mano con intención, parecía, de despedirse de Jordi, él alarga la mano para educadamente despedirse.
El cliente le agarra fuerte de la mano y con la que tenía libre le da un fuerte golpe de puño en la cara de Jordi (las gafas saltaron por los aires), acto seguido se dirigen a la puerta gritando.
—Un poco de respeto para los clientes que están charlando amigablemente.
A día de hoy, todavía no entiendo la reacción de aquel individuo.
La semana que viene, último capítulo de La Quadra y volver a empezar en otro lugar.