El reloj
Como cada día, Ricardo se personaba en su trabajo a la hora que le emplazaba el encargado. No era un trabajo continuado, solamente le reclamaban cuando sucedía una desgracia. Esta vez fue una tragedia en un edificio de su ciudad. Su trabajo consistía en limpiar edificios, pisos o locales donde hubo una desgracia: fuego, asesinato, derrumbe o cosas similares. Tenía que limpiar la zona cero de la tragedia. A pesar de que llevaba más de cinco años en este trabajo, todavía no se acostumbraba, pues muchas veces solía encontrar objetos, que si tenían algún valor a su entender se los podían quedar, siempre que informaran a sus superiores para que quedara constancia del hallazgo y nadie les pudiera acusar de apropiarse de algo indebidamente.
Ricardo empezó la limpieza en el segundo piso, puerta 3ª. Un matrimonio fue encontrado muerto a causa de las llamas que rodearon todo el edificio. Todo estaba negro, el fuego se cebó con este hogar. No podía dejar de pensar en los moradores de este oscuro lugar, seguro que sufrieron mucho hasta morir.
Mientras realizaba las tareas de recoger todo lo que quedaba en el sitio, le llamó la atención, una pequeña mesita de noche que estaba intacta, como si la acabaran de colocar momentos antes de entrar él. Una mesita de oscuro roble macizo. Con mucho cuidado y mimo abrió el primer cajón, encontró unas cuantas monedas: seguramente serian coleccionistas, eran antiguas, seguro que tendrían valor para algún numismático. Cuidadosamente las recogió, introduciéndolas en una bolsa para avisar del hallazgo.
Ya estaba satisfecho con lo encontrado y continuó con su trabajo. Llevaba más de media hora empleado a fondo y se percató que todavía tenía un cajón que no registró en la mesita. Se acercó para fiscalizar su contenido. Le costó un poco abrir, al final cedió el cajón y dejó a la vista un maravilloso reloj de pulsera de hombre con cadena dorada, parecía de oro.
Se puso muy nervioso, si fuera de oro valdría una fortuna. Lo colocó en la correspondiente bolsa y acabó su tarea.
Una vez acabada su jornada, se dirigió a la oficina de la empresa para dar parte de lo encontrado. La chica que se encargaba del registro abrió los ojos como platos cuando vio el reloj.
-Hoy tuviste mucha suerte, el reloj parece bueno.
-No creo, era de un matrimonio mayor, no creo que pudieran gastar mucho en un reloj.
-Llévalo a valorar a un especialista por si acaso.
Ricardo se marchó del trabajo con el reloj en el bolsillo, dirigiéndose a una joyería para que le dieran un valor aproximado del cronómetro.
El joyero lo miró detenidamente, hurgando incluso en su interior.
-No está mal, puede tener un valor de aproximadamente 50.000 €. Es oro y platino, todo funciona correctamente, la única pega es que le tienes que dar cuerda. ¿Quieres que lo ponga en marcha? -preguntó el relojero.
-No, gracias, ya lo pondré yo en casa.
Cuando llegó a su casa se lo enseñó a su esposa. Ella no entendía de relojes, pero le pareció muy bonito.
-Podemos venderlo -sugirió Ricardo.
-No cariño, nunca tuviste un reloj de calidad, es tuyo, te lo mereces.
No se lo ponía cada día, era muy pretencioso para lucirlo a diario. La semana siguiente tenían una boda a la cual les invitaron, era el momento para lucir el reloj.
Salieron de su casa elegantemente vestidos hacia la iglesia, todo el mundo estaban vestidos con estilo, algo normal en estas celebraciones. Después de la ceremonia, una vez acabado el banquete, todos los invitados empezaron a desfilar hacia sus hogares.
Ricardo miró su brillante reloj, la una menos cuarto de la noche ya.
-¿Que te parece si nos despedimos de todos y nos marchamos?
-Sí cariño, yo también estoy cansada ya.
Se despidieron de todos marchándose caminando hacia su hogar.
En el camino, unos desaprensivos los acorralaron con un afilado puñal.
-Darnos todo lo que tengáis ahora mismo.
La esposa de Ricardo les dio el anillo de casados y los pendientes, él hizo lo mismo con los gemelos y el pisa corbatas, también les dio la cartera.
-No tenemos nada más.
-Eres muy listo, aunque te escondas el reloj bajo la manga de la camisa, ya lo vimos antes, sácatelo y ponlo en la bolsa.
Cuando los ladrones se marcharon corriendo, su mujer se puso a llorar histéricamente mientras él intentaba consolarla. Pusieron la correspondiente denuncia y empezaron a olvidar el maldito incidente.
Dos meses después, otra vez en un trabajo rutinario, en una vivienda calcinada en un barrio pobre de la ciudad, a Ricardo le tocó otra vez la limpieza.
Como otra vez tiempo atrás, vio una mesita de roble oscuro prácticamente intacta, cuidadosamente la abrió, el mismo reloj que le robaron tiempo atrás estaba en su interior. Lo cogió con sumo cuidado, introduciéndolo en la correspondiente bolsa, para seguir los trámites legales.
Su mujer al verlo se quedó en shock, dos veces el mismo reloj era cosa paranormal, no podía ser. Ricardo lo miró una y mil veces, sí, era el mismo reloj, decidieron venderlo para no sufrir por lo que pudiera suceder.
Una clásica tienda de compra y venta de oro fue la elegida.
-Le puedo ofrecer 1.500 €.
-Ese reloj vale mucho más -replicó Ricardo.
-Posiblemente sí, pero no funciona.
-Si funciona, solo tiene que darle cuerda.
El comprador giró la pequeña rosca unas cuantas vueltas, comprobando que efectivamente funcionaba.
-Vale, les daré 5.000 €.
-Vale 50.000 por lo menos.
-Venga, seré generoso, les daré 10.000, última oferta.
-De acuerdo. Quiero perder de vista el dichoso reloj.
El matrimonio salió de la tienda un poco indignado, pero satisfecho, el reloj ya no les pertenecía.
Al día siguiente los noticieros de las televisiones abrían con una triste noticia: un fuego en una tienda de comprar y vender oro causa la muerte de su propietario mientras dormía en su interior.
Ricardo miró a su mujer, que asintió con la cabeza.
-Sí, es la tienda donde vendiste el reloj.
-Tenemos que averiguar de quien es el reloj.
Fueron a visitar un vidente, que les escuchó muy atentamente y les explicó su conclusión.
-El primer reloj de la historia fue diseñado para Carolina Murat, una de las hermanas pequeñas de Napoleón, que el día que le dejó de funcionar, lanzó una maldición: que todo el que posea este reloj, si deja de funcionar, acabe en la hoguera como sucedió con Juana De Arco 380 años antes, según los historiadores.
Desde entonces, todo el que tiene en su posesión el reloj, que cambia de diseño cada década, si lo deja pararse morirá entre dolorosas quemaduras.
P.D: Si tu reloj necesita cuerda, no te olvides, puede ser el tuyo el de la maldición.