Cumpleaños gris
Día de alegría en la familia, el pequeño Jonathan cumplía un año y lo celebrarían en casa de los abuelos. A todo el mundo se le caía la baba viendo al niño correr con los andadores, era una ricura de niño, para comérselo.
Fue llegando poco a poco toda la familia, primero el niño con sus papás, luego la tía Rita, más tarde el tito Andrés, y al final la tía Montserrat y su marido de origen alemán llamado Johann. Todos colaboraban en la cocina ayudando y poniendo la mesa, la yaya estaba haciendo una fritura de pescado para todos de aperitivo. Todos gastaban bromas y se reían con el pequeño Jonathan. El niño con los caminadores iba de mano en mano jugando, todo eran risas y alegría por los regalos que le traían sus tíos, prometía ser un día muy alegre.
El tío Johann era un famoso cantante en Alemania. Sus temas eran número uno. Cada año venía a visitar a la familia de su mujer y este año con más motivo no podía faltar al aniversario del pequeño Jonathan. Era un niño especial para todos. Presentaciones y parabienes de toda la familia se continuaban antes de poder hacer un poco de pica pica.
Mientras esperaban para picar algo, el tío Johann no se encontraba muy bien y salió al balcón a tomar un poco el fresco. No le dijo nada a nadie para que no se preocuparan por él, hoy era el día del pequeño y no lo podía estropear. Le costaba respirar, pero estaba seguro de que se le pasaría enseguida. Apoyado en la baranda, intentaba respirar fuerte, porque le faltaba el aire.
Mientras Johann estaba en la terraza, desde la cocina se oyó un grito. La abuela mientras hacia la fritura también cortaba un poco de jamón, el cuchillo afilado se le resbaló y fue directo a la otra mano. Empezó a sangrar abundantemente, todos los presentes corrieron a la cocina para socorrer a la abuela, la sacaron de la cocina y la llevaron al comedor para curarle la profunda herida. Mientras tanto, el pequeño corría a sus anchas y no entendía por qué no le hacían caso, se acercó a la cocina y no había nadie, solo unas manchas rojas en el suelo de la sangre de la yaya.
Estaban todos con la yaya menos el niño y Johann. Cuando la abuela ya estaba curada, alguien se acercó al balcón y dio un grito de ayuda, el tío Johann estaba en el suelo y le costaba mucho respirar, se ahogaba. Todos corrieron al balcón para auxiliar al tío. Enseguida se dieron cuenta de que era un infarto, procedieron a practicar la respiración cardio pulmonar mientras llamaban a la ambulancia. Todos estaban atentos a Johann menos el pequeño Jonathan, que seguía corriendo a su entera libertad mientras se dirigía nuevamente a la cocina, donde estaba la freidora con aceite abundante y muy caliente sacando humo. Eso llamó la atención del pequeño y acercándose a la encimera levantaba los brazos para ver que era lo que llamaba su atención. Levantó sus manitas para cogerlo.
En ese momento, la ambulancia llegaba a la puerta, le abrieron rápidamente, diciéndole lo que pasaba. El médico y el auxiliar se dirigían al balcón, pero al pasar por la cocina algo llamó su atención: el olor a humo y un niño que cogía en ese momento el brazo de la freidora. El médico continuó su camino dirección al balcón, pero el auxiliar se paró en seco y lanzándose como un portero de fútbol, empujó el caminador del niño lo justo para que todo el aceite de la freidora le cayese encima a él. Fuero gritos de horror, pero gracias a la ropa que llevaba, las quemaduras no fueron tan graves como le hubiera pasado al niño. Mientras, el doctor con el desfibrilador recuperaba al tío y acto seguido fue a ayudar a su acompañante.
Al año siguiente se volvieron a reunir para celebrar el segundo cumpleaños del pequeño, el del tío Johann y la suerte que tuvieron todos ese día.
PD: Nunca dejéis a un niño sin vigilancia en ningún sitio.