Misufa

2024-08-12T08:33:25+01:0012/08/2024|

La noche era oscura y tormentosa en la pequeña ciudad de Monras. Las calles estaban desiertas y solo el sonido de la lluvia golpeando las aceras y tejados rompía el silencio.

En un pequeño taller en las afueras del pueblo, semioculto en un callejón, el inventor John tenía su lugar de trabajo. Actualmente, estaba concentrado en su más reciente creación: un gato robot. La intención de John no era precisamente diseñar un robot para brindar compañía en los hogares; su propósito era crear un gato robótico capaz de robar en ellos.

El gato, hecho de un brillante metal negro, tenía ojos resplandecientes que cegaban a la vista. Era una maravilla de la tecnología, dotado de una astucia que superaba con creces la de cualquier ser humano.

John observaba su creación con orgullo.

—¿Estás preparado para actuar, Misufa? —preguntó John al robot.

—Sí, maestro —respondió el gato con una voz metálica pero sorprendentemente realista, mientras sus ojos se iluminaban al recibir la orden.

Misufa se desplazó sigilosamente por las calles. Sus patas metálicas apenas tocaban el suelo. La primera casa en su lista era una mansión en la parte alta de la ciudad, donde vivía la gente más adinerada. Con una agilidad impresionante, trepó por las paredes hasta alcanzar una ventana en el segundo piso. Usando una pequeña herramienta insertada en su pata derecha, abrió la ventana sin dificultad y se deslizó al interior con sigilo.

Una vez dentro, Misufa se movió con precisión y silencio, evitando los sensores de alarma y las cámaras de seguridad. Encontró la caja fuerte en la oficina del dueño de la casa y, con otra herramienta, la abrió con facilidad. En su interior halló joyas, dinero y documentos importantes.

—Objetivo conseguido, regresando a la base —murmuró Misufa.

Pero justo cuando estaba a punto de salir, escuchó un ruido. El dueño de la casa se había despertado y estaba en el pasillo en ese preciso instante. Sin dudarlo, Misufa saltó hacia él con sus garras metálicas extendidas. Un grito desgarrador resonó en toda la casa, seguido de un silencio absoluto.

La noticia apareció en los periódicos, describiendo el suceso con detalle. Sin embargo, había un detalle que no pudieron informar: nadie sabía quién había sido el asesino que destrozó el cuello del fallecido. Nadie podía imaginar que un gato robot estaba detrás de ese crimen. Desde su taller, John ajustaba los parámetros de Misufa, haciéndolo aún más fuerte y peligroso.

Una noche, John envió a Misufa a la casa del detective Hernández, conocido por su habilidad para resolver casos complicados. Misufa se infiltró con su habitual precisión, pero Hernández estaba preparado.

—Te estaba esperando —dijo Hernández cuando Misufa entró en su despacho.

—No podrás detenerme —replicó el gato, con sus ojos brillantes.

El enfrentamiento fue feroz. El inspector estaba listo para enfrentar cualquier peligro, y finalmente logró dañar a Misufa. Sin embargo, el gato escapó con una parte de los documentos que había venido a robar.

Determinado a capturar a Misufa y al hombre que lo controlaba, Hernández investigó intensamente, y muchas pistas lo llevaron al taller de John. Una noche, se preparó a conciencia para entrar en el lugar.

—Sabía que vendrías —dijo John con una sonrisa siniestra.

A su lado, Misufa estaba desmantelado, aunque sus ojos seguían brillando.

—Este es el fin para ti y tu creación —declaró Hernández sin titubeos.

La pelea fue feroz, pero finalmente Hernández logró arrestar a John. La noticia del arresto de John y la destrucción de Misufa alivió a los habitantes de la ciudad.

El taller de John fue visitado por mucha gente, pero nadie se dio cuenta de que entre los restos de sus creaciones, algo se movía. Unos ojos rojos se iluminaron brevemente antes de apagarse nuevamente. Lo que la gente no sabía era que, posiblemente, el terror del gato mecánico no había terminado para siempre. El montón de chatarra que sacaron del taller fue depositado en un depósito de chatarra en lo alto de la montaña, donde los vecinos juran que, durante las noches más oscuras, se ven unos ojos brillar en la distancia.

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