El detective
La noche caía sobre la ciudad de Ozum. Era unan ciudad bastante fría, no solo por el clima, también sus habitantes eran bastantes fríos en el trato con los demás.
El detective Frank, un veterano de la policía, y su ayudante Fidel se encontraban en la fase final de una investigación que llevaban a cabo desde hacía varios años siguiendo las pistas de un asesino que siempre dejaba algo en el lugar del crimen, era muy fácil relacionarlo.
Pero, ¿quién era el asesino?
Por muchas pistas que dejaba, era imposible relacionarlo con alguien.
¿Por qué dejaba pistas siempre?
Eran muchos casos sin resolver y muchas muertes, los habitantes de Ozum tenían miedo con toda la razón del mundo.
—Fidel, esta noche puede ser la definitiva.
—¿Quieres que te acompañe?
—No, ya sabes que esto me gusta resolverlo solo, tú descansa con tu familia.
Frank no sabía por qué siempre le decía que descansara con su familia, si Fidel vivía solo con la única compañía de un gato.
Podía sentir como la adrenalina le dejaba un gusto amargo en la boca por la intensidad del momento. Más de 10 asesinatos, todos ellos brutales con ensañamiento y sin aparente motivo, ningún nexo para poder unirlos entre sí; lo único eran las pistas que dejaba el asesino.
La investigación de los crímenes llevó a Frank a sumergirse en los más bajos fondos de la sociedad, lugar donde la corrupción y el miedo eran monedas corrientes.
Cuando le propusieron resolver el caso no lo dudó, quería atrapar al asesino y llevarlo ante la justicia. Cada asesinato era un rompecabezas que no encajaba por ningún lugar; cuando aparecía un posible testigo, el miedo les impedía hablar, nadie contestaba nunca.
A pesar de que muchas veces se sentía desmoralizado por no poder avanzar en la resolución de los casos, Frank continuó intentando ligar todos los cabos. Tenía que capturar al asesino en serie que tenía atemorizada la ciudad.
Cada día, cuando llegaba a su despacho, se sentaba en su mesa y le pedía un café bien cargado a su ayudante Fidel mientras miraba la pizarra de corcho con todos los puntos donde habían sucedido los terribles sucesos.
—Acabaré con él Fidel, te lo aseguro.
El ayudante lo miraba y esbozaba una leve sonrisa, muchos años escuchando la misma frase, pero nada concluyente.
Cuando todo esto empezó, Frank estaba a punto de cerrar la agencia de detectives de la cual él era el jefe. Llegó a tener diez investigadores en nómina, finalmente solo quedaron él y su ayudante Fidel, al que tenía en nómina todavía por amistad y edad. Aún le quedaban unos años para jubilarse y le quería ayudar. “Cuando resuelva este caso cerraré y me marcharé lejos de esta fría ciudad que me produce depresiones”, pensaba.
Frank había descubierto un patrón en todos los crímenes, por eso estaba seguro de que esa noche sería la definitiva.
Se dirigió al sur de la ciudad, cerca de un pequeño almacén abandonado en las afueras. Pudo ver claramente como una sombra arrastraba un cuerpo hacia el interior del local, al verse descubierto el asesino empezó a disparar para acabar con la vida del detective. Los disparos resonaban en la oscuridad mientras Frank intentaba sobrevivir para detener al maleante. En su vida había peleado contra mafiosos, traficantes y sicarios a sueldo; nunca tuvo la sensación de que podía morir, pero esta vez sí. Tragaba saliva con un ligero regusto a salado, el dramatismo alcanzó su punto más alto cuando Frank descubrió la identidad del asesino.
Era alguien muy cercano a él, algo que nunca hubiera sospechado. Las balas seguían resonando, tenía que actuar rápido o acabaría con su vida. Pudo despistar al asesino tras dar una vuelta a unos palés abandonados en un rincón del local. Apareció por sorpresa tras el homicida, este no pudo reaccionar y le colocó las esposas dándole la vuelta mientras lo interrogaba.
—¿Por qué? —pregunto Frank.
—Por miedo.
—¿Miedo de qué?
—Estabas a punto de cerrar el despacho, solo estábamos tú y yo. Si cerrabas sería el fin para mí, por edad y conocimientos nadie me contrataría. De esa manera, si te hacías cargo de la investigación yo continuaría trabajando, mi vida es este trabajo, ahora tú lo acabas de destrozar todo.
—Fidel, ¿qué culpa tenían las personas que matabas? —preguntó el investigador.
—Ninguna, pero tenía que hacerlo, era mi futuro.
—Me has hecho mucho daño, nunca pensé que mi ayudante pudiera cometer estas atrocidades.
—¿Cómo me descubriste? —pregunto el asesino.
—No supe que eras tú hasta que te detuve, sabía que esta noche actuarías en esta zona porque siempre seguías el mismo patrón. Atacabas norte, sur, este y oeste, luego vuelta a empezar. Siempre atacabas en jueves y la hora casi siempre era la misma, eras muy básico en tu forma de actuar, por eso estábamos todos tan despistados, demasiado simples.
Varios meses después, Frank dejó la ciudad, cerró el despacho y nunca más volvió a aparecer por el lugar. Lo único que hizo fue llevarle tabaco cada mes a la cárcel a su excompañero Fidel.