El milagro del roscón
Eran una familia normal, tenían su pequeña fábrica de géneros de punto, unos ahorros de todos sus años trabajados y una bonita casa.
La familia era conocida por su unidad ante las adversidades, la firmeza y determinación con la que afrontaban las dificultades, siempre estaban unidos. Josep, el padre, trabajaba muchas horas en la pequeña fábrica que tenían en los bajos de su casa; Montserrat se encargaba de la casa y el cuidado de los tres hijos que tenían: Enric, Rosa y Carmen.
La familia era modesta, pero la casa siempre estaba llena de amor, cariño y risas. La vida no siempre es de color de rosa; llegaron las vacas flacas, una continuación de sucesos golpeó fuerte a la familia. Fue tan fuerte todo lo sucedido que lo perdieron todo: la fábrica, los ahorros. Lo único que les quedaba era la casa.
Pero para coronar las desgracias, la casa fue arrasada en un devastador incendio. Se enfrentaron a tiempos difíciles luchando por llegar a fin de mes y poder comer cada día.
Unos vecinos de toda la vida les dejaron una vivienda para poder vivir decentemente mientras pasaban penurias.
Aquel invierno era duro, mucho frío. En medio de la desolación se acercaba la víspera de Reyes. Era tradicional regalar “Tortell de reyes” (para quien no lo conozca, es un rosco decorado con frutas confitadas y relleno, con sorpresas incluidas).
La familia difícilmente podía permitirse lo esencial, mucho menos un lujo como este.
En estas ciudades pequeñas, la solidaridad siempre sale a flote, fue una solidaridad silenciosa y anónima. Una misteriosa caja con un elaborado y hermoso “tortell” en su interior. La familia quedó sorprendida por el detalle de la comunidad, no pudiendo evitar derramar lágrimas de alegría y agradecimiento.
Con emoción, Josep cortó el primer trozo. En su interior, encontraron una pequeña figurita de porcelana que simbolizaba la prosperidad.
—Esta figura es un símbolo muy importante.
—¿Qué quieres decir, papá? —preguntó Enric.
—Es la figura de la prosperidad, hay que tomarlo como una señal de esperanza —contestó el padre.
Degustaron con emoción el rico pastel, al acabar la primera porción llamaron a la puerta.
Enric recibió en ese momento una oferta para trabajar en la biblioteca, se abrazaron todos de alegría. Estaban degustando el pastel, el padre aprovechó para abrir el buzón, encontró en el interior una carta. Era una confirmación de beca y alojamiento para Rosa en la universidad de Barcelona.
La pequeña Carmen salió a dar un pequeño paseo, en su recorrido encontró una cartera con mucho dinero, acompañada del padre, se la entregaron a su propietario, el cual les entregó una buena cantidad de euros en agradecimiento por devolverla.
La familia estaba perpleja por los acontecimientos, se formularon una pregunta: ¿tendrá algo que ver el “tortell” con la buena suerte?
Cada día comían “tortell”, el resto lo guardaban en la nevera, aunque comían cada día el pastel no disminuía, parecía infinito.
Cada día, después de comer el rico manjar, la suerte continuaba, una nueva noticia de felicidad le llegaba a la familia.
Una parte de la comunidad, empezó a comentar los cambios positivos que sucedían en la familia, ellos nunca quisieron explicar lo del “tortell”, prefirieron disfrutar de la suerte que les proporcionó y no intentar explicar lo inexplicable. Con el tiempo, Josep consiguió un puesto de encargado en una fábrica que se instaló en la ciudad. Montserrat vendía sus bordados además de hacer trabajos de modista, arreglando todo tipo de ropa. Los hijos cada uno continuó con su camino, avanzando todos en estudios y trabajos.
La familia siguió adelante, recordando siempre como un gesto de generosidad el día de Reyes cambió para siempre sus vidas.
A día de hoy, pasaron muchos años de este suceso, todavía la familia guarda un trozo del roscón de ese año, no para ellos sino para cualquier persona que lo necesite.