Nuno, el contrabandista
Todo el mundo conocía el pueblo, es un encantador pueblo en Pontevedra. Su costa está bañada por el océano Atlántico, las playas son impresionantes y los paisajes enamoran a todos sus visitantes, sus calles típicamente empedradas y sus robustas casas de piedra. Los visitantes aprecian especialmente su gastronomía, sobre todo sus mariscos frescos.
Muchos de sus visitantes lo consideran un paraíso, pero este hermoso pueblo también es conocido por la actividad que ejercían muchos de sus habitantes. Uno de ellos y sobre el que está basado este relato es Nuno.
Nuno es un hombre de mediana edad, bronceado por el sol. El poco sol que salía siempre le acariciaba su rostro. Habitualmente, acostumbra a llevar un sombrero de paja, una camisa de un color indeterminado por la cantidad de manchas de tierra que acumulaba, sus manos estaban llenas de callos de trabajar muchísimas horas en el campo y también en la pesca.
A pesar de trabajar tanto, no podía mantener a su familia decentemente, la única actividad que le quedaba, como a tantos otros, era el estraperlo de tabaco (algunos fueron más lejos y llevaban otro tipo de sustancias).
Nuno era un hombre atrevido y valiente, los más nuevos en el negocio del estraperlo acostumbraban a pedirle consejos por la gran habilidad que tenía para evadir la policía y encontrar siempre rutas alternativas para salir airoso de cualquier problema.
Un día, Nuno recibió una propuesta para transportar una gran cantidad de tabaco desde Portugal a un pueblo alejado del suyo. Nunca antes había realizado ningún tipo de encargo tan grande, la cantidad que le daban a cambio era mucho, más de lo que podía ganar en seis meses trabajando sin parar.
El día indicado, Nuno estaba en el lugar para transportar la mercancía. Solo una cosa desconocía nuestro hombre: la carga que debía transportar estaba maldita. La noche que llegó al pueblo donde tenía que dejar la carga, empezaron a suceder hechos no muy normales.
La gente del pueblo empezó a desaparecer misteriosamente, durante las noches se escuchaban extraños ruidos, los residentes en el pueblo no podían dormir.
Los vecinos sospechaban que algo malo estaba sucediendo.
¿El culpable?
El culpable señalado por todos era Nuno, todos los vecinos le culpaban de traer la maldición al tranquilo pueblo. Nuno explicó una y mil veces que no sabía nada de las desapariciones y los ruidos de las noches, pero nadie le creía. Solo una persona confiaba en él, Anxela. Esta mujer conoció a Nuno el primer día de su llegada, a pesar de saber que tenía familia, ella se enamoró perdidamente de nuestro hombre.
Los dos juntos empezaron a investigar el problema de la carga que llevó a Nuno hasta el pueblo. Anxela era reconocida por los alrededores como una Meiga, con los poderes que ella tenía más la valentía de Nuno consiguieron descubrir que el maleficio que tenía el cargamento era producto de un hechizo de una bruja de su pueblo para arrastrar a Nuno hasta los infiernos.
En una reunión en la plaza del pueblo, los vecinos pedían explicaciones. A pesar de que los dos intentaban darlas, el pueblo no estaba de acuerdo, empezaban a ponerse nerviosos todos, la violencia se palpaba en el ambiente. La única salida era correr los dos para adentrarse en el bosque.
Todos los vecinos del pueblo les persiguieron. La huida fue frenética, no podían parar, las intenciones de sus perseguidores no eran precisamente para felicitarles. Al pasar junto a un acantilado sucedió la tragedia: Anxela resbalo y cayó al fondo desde lo más alto. Nuno paró unos segundos, pero se vio obligado a continuar su huida. Su vida estaba en juego. Se adentró en el frondoso bosque para escapar definitivamente de los perseguidores, pero era inútil, ya los tenía encima.
Nuno fue rodeado por la multitud del pueblo, estaban todos, desde niños a mujeres, no faltó nadie.
Todos los vecinos se proclamaron como jueces del destino del hombre que trajo la desgracia al pueblo, según ellos.
Una de las vecinas, conocida por ser una de las Meigas más viejas del lugar, pronunció en voz alta un conjuro para a continuación leer su sentencia.
–Tu, Nuno, hombre artífice de traer la desgracia a nuestro pueblo, y según los libros de las más antiguas Meigas del lugar, quedas condenado a morir esta noche antes de que salga el sol. Con tu muerte quedará el pueblo libre de cualquier maleficio que trajeras contigo, cúmplase la sentencia.
La multitud mató a Nuno a garrotazos, siendo enterrado a continuación en el interior del bosque. Desde entonces, los vecinos ven el espíritu de Nuno vagando por el bosque, buscando venganza sobre aquellos que le condenaron injustamente.