Cuatro amigos y la historia del Jaguar
Eran los cuatro mosqueteros, siempre juntos desde su más tierna infancia. Bueno, en realidad no desde la infancia, con el paso de los años se fueron conociendo, sus nombres eran Marçal, Dani, Matías y Edgar. Eran tan amigos que durante la adolescencia trabajaron juntos durante los veranos en una cafetería restaurante, el local tenía el curioso nombre de Taza de café.
Los cuatro trabajaban sin descanso, el día que tenían fiesta era una fiesta total, muchas salidas con las motos, alguna de ellas peligrosas por las curvas de Tossa; por suerte nunca les pasó nada.
Pero a veces las cabezas se giran y nunca sabemos por qué.
Era invierno, ya no trabajaban, los estudios estaban parados, se reunían en aquel café de la juventud que tenían cerca de su barrio.
Dani, el más lanzado, propuso una idea para el fin de semana.
—¿Qué os parece si pillamos un coche que vi el otro día aparcado en el centro?
—No nos metamos en problemas —contestó Edgar.
—Tiene razón Edgar, no nos metamos en problemas —secundo Matías.
—No seáis acojonados, vamos, es un Jaguar —explicó Dani.
—Puede ser una aventura muy interesante —sentenció Marçal.
Después de mucho discutir, se encaminaron hacia el centro donde Dani vio el coche de sus sueños. Se quedaron los cuatro con la boca abierta, era en realidad una joya de coche que brillaba como una luz potente en la noche.
Con el corazón latiendo de emoción y la adrenalina por las nubes se adentraron en un terreno desconocido.
Los conocimientos mecánicos de Dani y Marçal fueron suficientes para quitar la alarma del coche y conseguir arrancarlo, lo que al principio sería un espacio de tiempo corto, se empezó a alargar; ya llevaban más de cinco días con el coche. Cuando necesitaban gasolina paraban en una gasolinera bien situada, una vez lleno el depósito, arrancaban de golpe dejando a los trabajadores del surtidor desconcertados y avisando a la policía.
Las discusiones se volvieron cada vez más frecuentes y acaloradas, las personalidades chocaron y los secretos entre ellos salieron a la luz, sus sueños de aventuras se estaban convirtiendo en una pesadilla.
Pensaron en dejar definitivamente el coche al día siguiente, durante la noche, pero mientras conducía Marçal, al entrar en una curva a toda velocidad, el Jaguar derrapó y perdió el control. El coche se estrelló contra un árbol, el destino había decidido poner fin a esa peligrosa travesía que empezaron días antes.
Uno a uno fueron bajando del vehículo, el único que no se movió fue el conductor. Estaba sangrando por la cabeza y totalmente inconsciente, los tres junto al coche, con el compañero malherido, les hizo reflexionar sobre lo sucedido. Mientras tanto, esperaban una ambulancia para Marçal. Ya sabían que tendrían consecuencias legales, pero lo importante ahora era la vida de su amigo.
La policía se los llevó detenidos y al herido al hospital, tres meses tardaron en salir temporalmente de la cárcel. Todo gracias a la gran labor de su abogado, durante ese tiempo su amigo continuó en coma en el hospital.
Desde la salida de la cárcel, cada día se acercaban los tres a visitar al ingresado, pasó un mes más y los médicos no eran nada optimistas con la evolución. Cada día, mientras estaban junto a él, ponían música para ver si de alguna manera reaccionaba, una recomendación de los doctores en una terapia alternativa.
Mientras hablaban, trataban el tema de lo que les sucedió.
Habían perdido parte de su amistad, sobre todo la inocencia que les unía desde siempre. Aprendieron una lección dolorosa pero valiosa, que las decisiones impulsivas y las acciones irresponsables siempre tienen consecuencias desastrosas. Se prometieron en ese momento que si su amigo salía bien, volverían a ser los amigos sanos que siempre fueron.
Como cada día, la música sonaba en la habitación del hospital, concretamente sonaba la canción de Bad Bunny, “Un verano sin ti”. Esta canción le encantaba a Marçal. Como por obra de un milagro, empezó a mover los ojos. Gracias a la música, estaba despertando del coma producido por el accidente. Los tres amigos se acercaron junto a la cama para abrazarse todos, mientras las lágrimas caían de sus ojos, prometiéndose que nunca más volverían a cometer ningún acto del cual se tuvieran que avergonzar.
P.D: Cualquier parecido o similitud con la realidad, en nombres o situaciones, es mera coincidencia.