Algo natural
Juan Carlos era un muchacho que vivía por y para el futbol. Desde pequeño tenía una pasión desbordante por este deporte, que le hacía sentirse libre y vivo en cada partido. Jugaba en el equipo de su localidad, en cada partido se esforzaba y divertía junto a sus amigos en el campo.
Fueron pasando los años y Juan Carlos se convirtió en uno de los mejores jugadores de su equipo. Su habilidad y destreza con el balón era admirada por todos. Juan Carlos fue creciendo y al mismo ritmo los éxitos deportivos que tenía.
Habitualmente era el mejor del equipo, su calidad era tanta que fue captado por grandes equipos de la zona. En estos igualmente destacaba y fue fichado por uno de los grandes a nivel nacional, siendo todavía un jugador juvenil. Mientras continuaba destacando en todos los equipos, también se enfrentaba a un dilema interno que lo llenaba de ansiedad y miedo.
¿Cuál era este miedo?
Juan Carlos estaba descubriendo su verdadera orientación sexual: era homosexual.
Este descubrimiento le asustó, temía el rechazo de sus compañeros, entrenadores y de su propia familia. Su preocupación aumentaba, quería ser aceptado tal y como era, pero como no estaba seguro de conseguirlo, decidió esconder su orientación para evitar enfrentamientos y juicios. Consiguió ser el líder del primer equipo, cada semana aplaudido y vitoreado. También se hacía más grande la presión por mantener su secreto.
Se convirtió en uno de mejores de su generación, fue elegido entre los tres mejores jugadores del mundo. Aunque los elogios y las victorias eran gratificantes, esconder su verdadero yo le agotaba emocionalmente.
Llegó el día de la entrega de premios y, lógicamente, él fue invitado. Estarían todas las figuras del deporte junto a toda la prensa, casi todas las televisiones darían el evento. Si ganaba, tenía el dilema de dar a conocer su orientación sexual y ser sincero con el mundo y con él mismo. El evento llegaba a su punto culminante, uno a uno fueron nombrando los tres finalistas, los tres fueron subiendo. El presentador nombró el que quedaría en la tercera posición; no su nombre, solo quedaron dos en el escenario.
Solo faltaba un nombre; si era el suyo, sería el mejor jugador del mundo. Su corazón latía más rápido que si estuviera jugando una final de un mundial. Frente a una audiencia expectante, el presentador dio el nombre del ganador.
—El mejor jugador del mundo este año es… Juan Carlos Méndez.
Las piernas le temblaban, las manos le temblaban, se acercó poco a poco al micrófono.
—Quiero agradecer este premio a todos los que me apoyaron desde que siendo un niño empecé a jugar a este deporte.
Juan Carlos realizó una pausa antes de continuar, todo el mundo estaba expectante por escuchar las últimas palabras del ganador.
—También quiero aprovechar esta oportunidad para ser honesto conmigo mismo y con todos ustedes. Soy homosexual y estoy orgulloso de serlo.
Un breve silencio invadió todo el recinto, continuó con un ruidoso murmullo para acabar en una ovación de todos.
Al día siguiente, todos los periódicos del mundo hablaban de lo sucedido, todos alababan su valentía. Este anuncio pilló a todo el mundo por sorpresa, incluso a su novio que jugaba junto a él en el mismo equipo.