Historias y vivencias de un camarero en Calella (X)
Hoy empezaré hablando del compañero que estuvo más años conmigo, el amigo Cristóbal: sevillano, muy amable con todos los clientes. Siempre contaba su trabajo al principio de estar en Cataluña con Florencio, uno de los más grandes hoteleros de Calella, con bastantes hoteles a su cargo, juntos trabajaron de encofradores en la obra. Cristóbal acabó sus años laborales trabajando de camarero y Florencio amasando fortuna con los hoteles. El amigo Cristóbal desgraciadamente hace poco tiempo nos dejó D.E.P.
Por la Sala Mozart he visto pasar muchos famosos, uno de los primeros que conocí fue Alfredo Landa, os aseguro que es igual de simpático en las películas como en la vida real.
Llegó un día, se sentó en un taburete de la barra y se dirigió a mí.
—Buenas tardes, ¿está el Sr. Arcadio? —preguntó.
—No creo que tarde mucho, enseguida le aviso.
—No, no hace falta, esperaré. Póngame un whisky con hielo.
Pasados quince minutos, aparece el jefe y empiezan a charlar los dos muy amigablemente, media hora larga después, Alfredo Landa se excusa y dice que se tiene que marchar.
—Chico, cóbrame.
El jefe automáticamente me indica que no, que está invitado.
—Está invitado por la casa.
—No le hagas caso a tu jefe y cóbrame.
—No puedo, el que manda, manda.
—Por última vez te digo que me cobres. Si me cobras, en la próxima película que haga te llamaré para un papel.
Eso fue demasiado, por si acaso le cobré. A día de hoy todavía estoy esperando su llamada, supongo que no le di mi teléfono y por eso no me ha llamado.
Otro gran personaje que pude conocer fue a Carles Reixach (Charli para los amigos). Recuerdo que fue un domingo, el siguiente miércoles tenía que jugar el Barça contra el Real Madrid, partido de vuelta de la Champions, y él era el entrenador. Cenaron en algún lugar de Calella y vinieron a tomar café a la Sala Mozart.
—Señor Reixach, ¿le importaría hacerse una foto conmigo, por favor?
—I tant nano, clar que si.
Una voz del fondo del local grita:
—Charli, que es merengue.
Reixach me mira y me pregunta:
—¿Es verdad eso?
—Sí, soy del Madrid.
—No importa, tiene que haber de todo en el mundo, y con el café que me ha preparado no se lo puedo negar.
Estuvimos charlando un rato de futbol, le pregunté:
—¿El miércoles cómo lo ves?
—Del miércoles no te digo nada, que te chivas.
Soltando después una sonora carcajada cuando se marchó paso a saludarme otra vez por la barra.
También he tenido la suerte de conocer a un monstruo de la radio, Justo Molinero. Realizaban una sesión de teatro en el cine, durante los ensayos salían a tomar café y refrescos (alguno bautizado para los nervios decían).
Yo alguna vez he escuchado su emisora, a mí particularmente no me gusta, pero hay que reconocer que una voz que arrastra a tanta gente, tiene algo.
Mirar las caras de las personas que acudían al teatro (la mayoría mujeres) cuando lo veían sentado tomando un refresco antes de empezar era como si vieran a un dios. “Gracias Justo”, decían algunas al pasar junto a él. Lo mejor para mí es que él a la mayoría las llamaba por su nombre.
—Un beso, Maria.
—Un abrazo, Josefa.
—Montserrat, encantado de volverte a ver.
Las conocía a todas, cuando hablaba con sus técnicos se le notaba la seguridad de lo que decía, siempre muy educadamente con todos. Sería muy interesante conocer toda la historia de un taxista que acabo siendo dueño de una radio con una audiencia de miles de personas dispuestas a comprar cualquier producto que ellos anuncien.
Por último por hoy, hablaré del honorable Jordi Pujol. Solo hablaré de el como persona, lo político lo dejo al margen, cada uno que piense lo que quiera sobre él.
La última vez que vino le serví un café, el cual tuvo el gesto de querer pagar, cosa que no hice (orden del jefe por supuesto).
Pasó igual que con Justo Molinero, hablaba de la casa y de Calella como si estuviera viviendo aquí. Describió la sala del primer piso exactamente como era, hacía muchos años que no venía por aquí y se acordaba de todos sus detalles: los pianos, la figura de un santo que adorna la sala, se acordaba de todo. Antes de abandonar el café para entrar en la sala de cine se despidió de mí con un:
—Bona nit, jove.
Otro personaje que me impresionó es Paco Algora, yo era un seguidor de la serie Curro Jiménez y ver entrar al fraile de la serie me pareció una gozada. Era uno de los que más me gustaban en la serie, lástima que lo eliminaron pronto. Recuerdo que se tomó un café y una copa de Calisay, fue uno de los primeros famosos que serví. No me atreví a pedirle una foto; si volviera seguro que me haría la foto con él, la vergüenza mía ya se extinguió. Creo que por esta semana ya está bien, la semana que viene más y espero que os estéis divirtiendo con mis historias.