El abuelo
Estamos contentos en la familia, mañana iremos a la casa nueva. Una casa de tres plantas y sótano, mis padres la compraron hace tres meses y al fin llegó el día.
La verdad es que en toda mi vida nunca viví en otro lugar, solo las vacaciones en casa de mi tía Jacinta.
Esta noche siento pena de marcharme. Es una sensación agridulce: por una parte, quiero empezar la nueva vida en el nuevo hogar. Se que tendré una gran habitación para mí, podré colocar una gran pantalla y conectarla a mi consola de videojuegos. Pero otra parte de mí se siente triste al dejar muchos recuerdos de la infancia, en esta casa también vivieron mis abuelos hasta que fallecieron. Recuerdo la noche que murió mi abuelo, toda la familia estaba junto a la cama donde estaba prostrado. Mi madre lloraba, igualmente mis tíos que llegaron del pueblo para darle el último adiós. Todo fue triste, lo queríamos mucho. La última vez que hablé con él a solas en la oscura habitación nunca lo olvidaré, estas fueron sus palabras: “Carlitos -él siempre me llamaba por el diminutivo de mi nombre- siempre estaré junto a ti en esta casa. Aunque no me veas, estaré cuidándote a ti y de toda la familia, nunca os abandonaré, pórtate bien”. Esas palabras fueron las últimas conmigo, por lo que hoy tengo una gran pena, me gustaría saber si verdaderamente está junto a nosotros, las lágrimas me caen en su memoria.
Llevo acostado más de tres horas, son la una de la mañana y no puedo pegar ojo. Intento relajarme para conciliar el sueño, pero nada de lo que intento lo consigue, continuo con los ojos como platos. Me viene a la cabeza un reportaje que vi en televisión sobre diferentes formas de relajarte cuando no puedes dormir. No podía perder nada, intentaría alguno de sus trucos.
Me fui a la ducha en el silencio de la noche, mis padres estaban dormidos profundamente. Dejé correr el agua hasta que empezó a salir caliente, me introduje en el plato de ducha dejando correr la templada agua sobre mi cuerpo.
La puerta cerrada hizo que el vapor de agua mojara las paredes y el espejo, era una sensación muy agradable.
Salí de la ducha y me sequé delante del espejo, mi imagen salía borrosa reflejada en él. Una raya en la condensación me saco de mi relajación, podía ver claramente como alguien escribía en el espejo.
“Si os marcháis de esta casa, mi alma no podrá descansar nunca más.”
—¿Quién eres? —pregunté asustado.
“Soy tu abuelo, Lucifer me dio a elegir: quedarme en esta casa para siempre o ir al infierno junto a él”, respondió en el espejo.
—Abuelo, puedes venir con nosotros a la nueva casa.
“No, el pacto fue hasta el fin, pero solo en esta casa”.
—Abuelo, ¿qué puedo hacer yo? Mis padres ya lo tienen todo preparado.
“Tienes que conseguir que no abandonen esta casa”.
—No podré impedirlo, ellos están deseando marcharse.
“Si, hay una solución”.
—Dímela, lo intentaré.
“Tus padres tienen una estufa en su habitación, ¿verdad?”
—No lo se, casi nunca entro en su cuarto.
“Si está, te lo aseguro”.
—¿Y qué pasa con la estufa? —pregunté aturdido.
“Solo tienes que ir sin meter ruido, girar la espita de la bombona, cerrar la puerta y salir a la calle a pasear un par de horas”.
—Abuelo, eso puede ser peligroso.
—Si quieres que continuemos juntos, es lo único.
—¿Qué pasará con mis padres?
“No puedes pararte a pensar, ¿quieres dejarme aquí solo para toda la eternidad?”, ya no solo escribía en el espejo, también en los brillantes azulejos de las paredes.
—De acuerdo abuelo, lo haré, porque te quiero mucho.
Me dirigí a la habitación de mis padres, entré en completo silencio, giré la espita y antes de salir ya note el característico olor a gas.
Tal como me lo indicó, me marché de casa un par de horas. Al acercarme de nuevo a mi hogar, pude ver como bomberos y policías estaban dentro. Uno de ellos se acercó a mí.
—Chico, no puedes estar aquí, hay una fuga de gas, es muy peligroso.
—Yo vivo aquí, mis padres están dentro.
Después de largos interrogatorios confesé lo de mi abuelo. El policía se quedó sorprendido de mi declaración, dirigiéndose a su compañero.
—Otro caso como el de la vecina viuda del bloque adyacente, también murió intoxicada por gas, esta vez si tenemos al culpable.
Me acuerdo de esa vecina, fue la primera mujer con la cual tuve relaciones sexuales.
Su esposo fue el que me pidió que lo hiciera y lo hice. Aquella vez nadie sospecho de mí, pero esta vez no pude esconder mi acto. Los doctores dijeron que tenía esquizofrenia, nadie creyó que me podía comunicar con los que nos cuidan.