Esperanza perdida, esperanza recuperada

2022-03-21T13:13:25+01:0021/03/2022|

—Buenos días, ¿el señor Enrique Fernández?

—Sí, soy yo, ¿qué desea?

—Le llamo de la empresa Natipol, nos envió un currículum hace tiempo y estamos interesados en hacerle una entrevista laboral si todavía no tiene trabajo.

—Si, si por supuesto, dígame cuando tengo que presentarme.

—Si le parece bien, el miércoles 28 a las nueve y media de la mañana.

—No se preocupe, estaré puntual, ¿por quién tengo que preguntar?

—Es verdad, no le dije mi nombre. Andrés Ramírez, gerente y propietario de la empresa.

—Gracias señor Andrés, nos vemos el miércoles, muchas gracias.

Enrique colgó el teléfono y se puso a llorar, al fin una entrevista de trabajo. Hace doce años, la empresa en la que trabajaba cerró sus puertas de una extraña manera. Un día llegaron a su lugar de trabajo y la puerta estaba cerrada, todos los trabajadores se agolparon en la entrada y ninguno sabía nada. Pasado un tiempo y después de poner una denuncia en magistratura no consiguieron nada, el empresario se fugó a Brasil con todo el dinero de la empresa. Los trabajadores, después de mucho pelear, consiguieron cobrar el subsidio de desempleo, la mayor parte de ellos llevaban muchos años trabajando en el mismo lugar y no pudieron cobrar nada de indemnización.

La mayoría tenían familia, esposa e hijos. No era este el caso de Enrique, solo tenía su esposa que se llamaba Violeta. Aunque ella no trabajaba por motivos de salud: tenía fibromialgia crónica, era incapaz de trabajar, acababa agotada ante cualquier mínimo esfuerzo.

Mucha gente pensaba que era cuento. Físicamente era una mujer preciosa y figura de modelo, los hombres se giraban para mirarla cuando se cruzaban con ella.

Violeta muchas veces intentó trabajar en diferentes sectores: limpiando casas, hostelería, no podía aspirar a mucho más, ya que no tenía estudios. Pero siempre le sucedía lo mismo, era incapaz de aguantar una jornada completa, algunas de las veces incluso se desmayó del dolor que sentía.

Cuando Violeta entró por la puerta de su hogar, encontró a Enrique sentado en el sofá, con síntomas de haber llorado y una extraña sonrisa en sus labios.

—¿Qué te sucede cariño? Te noto raro.

—Me llamaron de la empresa Natipol que quieren hacerme una entrevista.

—Es una buena noticia, a ver si tienes suerte.

—Esta entrevista significa mucho para mí, la última entrevista fue hace cinco años, ¿te acuerdas?

—Si Enrique, me acuerdo. Esta vez será diferente.

—Espero que sea una entrevista seria, si, ningún tipo de interés oculto.

—Seguro que sí, podrás aportar tus conocimientos a esta empresa, ellos si valorarán lo que puedes aportar.

Esta conversación tranquilizó mucho al marido, la historia de la que hablan sucedió hace cinco años. Una empresa del sector del metal llamó a Enrique para ver de primera mano si era un aspirante válido al puesto que necesitaban. Como siempre, Enrique llego puntual a la cita, su mujer se quedó en el aparcamiento esperando que saliera su esposo.

Un hombre muy elegante, con traje impecable, corbata a juego y gafas de sol, al pasar junto a Violeta, se la quedó mirando fijamente, con todo el descaro del mundo se le acercó para preguntarle.

—¿Qué desea señorita?

—Nada, estoy esperando a mi marido, que está haciendo una entrevista de trabajo.

—No sé si su marido entrará en la empresa, pero tiene mucha suerte al tener una mujer tan linda.

Ella no dijo nada, se metió dentro del coche y cerró la puerta de un fuerte portazo.

—Eres muy arisca, preciosa.

Ella desde dentro giró la cara y no se dignó a responder al engreído personaje. Mientras esto sucedía en el exterior, dentro estaba Enrique esperando a la persona que lo tenía que entrevistar.

—No tardará mucho en llegar el jefe –repitió la secretaria ante los gestos de nerviosismo de él.

—Gracias señorita, es que necesito mucho este trabajo.

—Señorita Aparicio, haga entrar al candidato, por favor —sonó por el teléfono.

—Señor Enrique, ya puede pasar.

—Buenos días.

—Buenos días, siéntese por favor. Estudiamos detenidamente su currículum y pudiera ser que la vacante fuera para usted.

—Estoy dispuesto a realizar una prueba si fuera necesario.

—Creo que usted es muy válido y tenemos otro puesto en la empresa, que le supondría cobrar tres veces más que en el que solicita.

—Desconozco si estoy preparado para ese otro puesto —respondió Enrique.

—Tenemos conocimiento que usted y su esposa suelen visitar Cáritas para recibir alimentos, ¿es verdad?

—Sí, estamos atravesando una mala racha, mi mujer no puede trabajar y a mí no me llaman de ninguna empresa.

—Con nosotros tendrás mucho futuro, puedes llegar a cobrar 3.500 € limpios más incentivos.

—Si cumplo con la necesidad del puesto, por mi encantado de empezar a trabajar ya mismo.

—Si, cumples todos los requisitos, solo falta uno para que firmes el contrato que ya lo tengo preparado.

—Qué es lo que me falta? –preguntó Enrique

—¿Su esposa es la que está dentro del coche negro?

—Sí, es que tenemos una visita médica.

—Lo único que falta para poder firmar el contrato hoy mismo es que yo personalmente tenga una cena con ella, para saber sus necesidades.

Enrique apretó los puños, tenía ganas de pegarle un puñetazo a esa víbora, intentó mantener la calma.

—Si su mujer accede a una reunión privada conmigo, ¿sabe lo que significa privada? Entrarás a trabajar con nosotros como subdirector comercial mañana mismo y el sueldo ya te le comenté antes.

—Eres un hijo de perra.

Terminada esta frase, se levantó y se dirigió a la salida.

—Ella se lo pasará bien y tú ganaras mucho dinero, jajaja.

Al escuchar esta última frase, Enrique se giró acercándose violentamente a su interlocutor, el cual no tuvo tiempo de escapar.

Los cristales saltaron por los aires hechos pedazos al atravesar con su cuerpo el gran ventanal del despacho. La caída fue desde el segundo piso. No falleció, aunque estuvo cinco meses en el hospital.

Ante la denuncia de Enrique, el argumento del director de la empresa es que ante la no capacitación para el puesto, al no conseguir el trabajo, se volvió loco y lo atacó.

El miércoles, cinco años después, puede volver a encontrar lo que busca, un simple quehacer para alimentarse él y su enferma mujer.

Comparteix el contingut!

Go to Top