Amor ciego
Hace unos meses se le empezó a ver por el pueblo. Los lugareños no recuerdan un forastero nuevo desde hace mucho, llamaba la atención que siempre iba bien vestido y perfumado, muy educado y correcto, a todos los saludaba con un buen día o buenas tardes dependiendo de la hora que fuese.
Vivía en una autocaravana en las afueras del pueblo y nadie lo sabía, él cada día salía temprano y se pasaba todo el día en el pueblo, nadie sabía como se llamaba ni de donde provenía, las mujeres se daban golpecitos con el codo cuando lo veían llegar, era un hombre apuesto y llamaban la atención las facciones de su rostro, la piel era morena de bronceado natural, la elegancia era innata en él.
Carolina lo vio un sábado por la noche en el pub del lugar, se tomaba una copa y después nada más de alcohol, ella se quedó rendida a sus encantos, no dudo en acercarse para charlar con él.
Hablaron de cultura, libros, cine, teatro, se le notaba que era muy culto. A la hora de cerrar salieron juntos y paseando la llevó hasta la autocaravana, le abrió la puerta como un señor y una vez adentro saco una botella de cava. Después de varias copas se entregaron sus cuerpos mútuamente, el deseo reprimido salía como un tsunami de dentro de sus cuerpos, el placer sentido por Carolina nunca antes lo sintió con nadie, estaba claro que ese hombre sabía donde y cuando acariciar a las mujeres. Para ella era su segunda vez, antes solo otro hombre la había visto desnuda, fue en una despedida de soltera de una amiga, pero de eso ya hace unos años.
Esa velada había sido especial, disfruto de un hombre en mayúsculas. Cuando se vistió para volver al pueblo, el hombre se dirigió a ella.
-Espera, la noche todavía no ha terminado.
-¿Qué quieres decir? —respondió ella.
-Para que sea una velada feliz, falta el último toque —acabado de decir eso, sacó un papel del bolsillo y tiró una especie de harina sobre el cristal de la mesa.
Con una tarjeta de crédito fue dándole golpecitos al polvo y dibujo dos rayas blancas.
-¿Eso es lo que yo me imagino?
-No sé lo que te imaginas, pero esto es el final más feliz que puedas tener.
-Esas cosas me dan miedo, mejor no.
-Tu misma, pero si no empezamos el viaje los dos juntos tendré que buscar otra compañera de viaje.
Esa respuesta la asustó, ella quería continuar viendo a este amante que la hizo tocar el cielo con las manos. Él le acercó un tubito para esnifar el polvo, cogió el tubito se lo acerco a la nariz y esnifó toda su raya. Él hizo lo mismo, sólo que cuando ella no lo vio recogió su polvo y se lo metió en un papel otra vez.
Cuando la dejó en el pueblo, le habló claramente:
-Esto no ha pasado, no me conoces, y si se te ocurre decir nada, no me verás más.
Después de ese día, se volvieron a ver más a menudo, cada vez que él quería la llevaba a su caravana, le hacía el amor y tomaban cocaína. Cada vez era más cantidad y más veces, ella ya necesitaba aquel polvo blanco para vivir.
Pasados tres meses del primer encuentro, un día él le dijo que hoy serían tres en la fiesta privada.
-¿Qué quieres decir con tres?
-Un amigo mío vendrá también y lo pasaremos muy bien los tres juntos.
-No me gusta, yo sólo quiero estar contigo.
-Si quieres estar conmigo, también tienes que aceptar a mis amigos y tenerlos contentos, tú decides.
-De acuerdo, pero sólo porque te quiero.
Llegada la noche, ya en la caravana, llamaron a la puerta, abrió él y fuera había un hombre obeso y con aspecto de extranjero.
La miró fijamente y babeaba. La desnudó y le hizo el amor sin ningún tipo de cuidado, ella únicamente pudo que llorar. Cuando acabó tenía tres rayas en el vidrio de la mesa.
– Adelante Carolina, empieza tú.
Ella ya no necesitaba que se lo comentaran, cada día tenía que tomar más cantidad y a todas horas.
No sabe cómo sucedió ni como llegó, cuando despertó estaba en una habitación vieja y cochambrosa que le producía miedo y temor.
La policía visitó varias veces la caravana de él. Él confesó que mantenía relaciones sexuales con ella la noche que desapareció, discutieron y ella se fue andando hasta el pueblo, desde aquél día no la volvió a ver.
La policía entró en aquel burdel de carretera de un frío país, después ella supo que era Bulgaria. La policía sacó a veinte chicas del local, todas enganchadas a las drogas y obligadas a ejercer la prostitución.
En la caravana detuvieron a su amante acusado de pertenecer a mafia de drogas y prostitución.
Cuando consiguió rehabilitarse Carolina, fue dando charlas por institutos y asociaciones de mujeres, para que ninguna cayera en las garras de las mafias que se dedican a captar mujeres por medio de la conquista. Siempre tiene que saber alguien donde vas, nunca inicies con desconocidos aventuras en solitario.