Trabajo sucio

2021-11-15T16:29:27+01:0015/11/2021|

Carlos empezó a trabajar en aquel sitio hace veinte años. Aunque su trabajo le gustaba, una parte de él no; al día siguiente le tocaba realizar esa parte del trabajo que menos le gusta. Siempre le pasaba igual cuando le tocaba, dos días antes se le revolvía el estómago, tenía pesadillas, le costaba mucho dormir, tenía que tomar pastillas para conseguirlo.

Carlos era técnico especialista en electricidad de alto voltaje, por su cargo tenía que controlar todo lo relacionado con la corriente del lugar donde trabajaba. Juan estaba en aquel sitio desde hacía veinte años, nunca salió de allí desde el día veinte de agosto de años atrás.

Carlos se levantó ese lunes doce a las siete menos cuarto, como cada día, a pesar de que ya estaba despierto desde hacía tres horas. Ni las pastillas conseguían que durmiera. Se sentó a desayunar, pero apenas se pudo beber el café con leche. Intentó morder una galleta, acabó escupiéndola en el cubo de la basura, se le hacía una bola y era incapaz de tragársela. Esta vez, como las otras, estaba pasándolo mal. A pesar de todo, todavía recuerda alguna de las veces que después de realizar el trabajo en aquella sala que le tocaba revisar, cogía la baja por depresión. En la empresa nadie le ponía pegas, comprendían perfectamente el estado de ánimo al pasar por la dichosa sala.

Juan desayunó opíparamente café, tostadas, croissants con mermelada y mantequilla y cuando acabó de desayunar, todavía le preguntaron si quería algo más, a lo que él declinó. Estaba muy lleno, saldría a dar un paseo solo, como siempre.

Juan salió al patio, miró hacia el sol que le iluminó su rostro, entornó los ojos y se empapó de los cálidos rayos del astro rey. Al día siguiente conocería a Carlos, únicamente lo vería unos momentos, los justos para intercambiar unas palabras.

Carlos cogió su coche y conducía tranquilo, no tenía ninguna prisa y ninguna ganas de llegar al trabajo, hoy tocaba comprobar la dichosa habitación. Odiaba ese día, en los veinte años que llevaba trabajando había tenido que realizar esa revisión ocho veces y siempre le pasaba lo mismo.

Aparcó el coche en el lugar reservado para él y miró el edificio antes de entrar, siempre le venía el mismo pensamiento: “tengo que dejar este trabajo”, aunque también le venían a la cabeza las facturas que tenía que pagar. No podía dejar el trabajo que estaba bien pagado, gracias a él podía pagar los colegios y universidades de sus dos hijos.

Entró en la dichosa sala, verificó toda la instalación y accionó la palanca que ponía en marcha el mecanismo. El ruido de la corriente subió el volumen y a él le parecía un ruido para volverse loco. Diez segundos después, accionó la palanca en sentido inverso, automáticamente el ruido cesó, y Carlos abandonó la sala firmando un documento donde ponía claramente que la instalación estaba ok.

Acabada la comprobación se marchó a su hogar a pasar el resto del día con su familia. No quería ver a nadie, quería estar solo en su hogar y pensar, pensar en Juan al cual conocería el día siguiente.

Por la noche, como siempre, Carlos no cenó nada, toda la noche la pasaría sin dormir, a pesar de que toda la familia le apoyaba intentando animarlo era una cosa imposible, él no se podía animar sabiendo su trabajo del día siguiente, muchas veces soñaba con la dichosa sala, tenía auténticas pesadillas.

A Juan le vinieron a preguntar qué le apetecía cenar, de primero pidió ensalada marinera, de segundo pavo relleno y de postre tarta de queso. Se bebió media botella de vino Rioja y, cuando acabó, se fumó un puro cohíbas, algo que no solía hacer nunca.

Después se marchó a su habitación, al día siguiente tendría que madrugar.

Carlos llegó media hora antes de lo normal, saludó a varias personas con desgana y se encerró en un pequeño despacho hasta la hora de conocer a Juan.

Se abrió la puerta de la habitación de Juan y le anunciaron:

—Es la hora.

Juan se incorporó, ya estaba vestido para conocer a Carlos, entró en la sala y le acompañaron a su sillón.

Unos minutos después, entró Carlos en la sala, se acercó a Juan, lo miró fijamente y le preguntó:

—¿Cómo te sientes?

—Podría encontrarme mejor, pero no me puedo quejar —contestó Juan.

Carlos le puso una especie de esposas en las muñecas y algo parecido a una corona en la cabeza, ajustó todos los puntos posibles y se alejó en dirección a la sala de control, lugar desde donde tenía que acabar su trabajo.

Unas veinte personas estaban supervisando que todo lo que sucedía en esa sala, fuera lo correcto.

Carlos empuñó una palanca y en el momento que la accionó, empezó a rezar un padre nuestro.

Cuando fue accionada la palanca, Juan empezó a tener convulsiones y de su cabeza empezó a salir humo, el olor a carne quemada era irrespirable en la maldita sala.

Juan Manuel fue el número diez ejecutado en aquella prisión. Carlos abandonó la sala hundido, no se podía acostumbrar a ser él el que tenía que ejecutarlos.

Comparteix el contingut!

Go to Top