Mutawa
El niño vino al mundo un 26 de agosto, era esperado por toda la familia, todos estaban contentos. En el hospital le llevaron regalos de todo tipo para él y su madre. Los padres lo cuidaron con muchísimo cariño y amor. Era un hijo muy deseado, cada día pasaba alguien para visitarlos y ver a la criatura.
El niño tenía un pequeño defecto de nacimiento: el brazo izquierdo no se podía separar del cuerpo.
Los médicos no sabían que explicación dar. Pruebas y más pruebas y no encontraban la causa del mal. Un día los padres tuvieron que salir y lo dejaron a cargo de un canguro contratado para la ocasión; era una chica de 25 años experta cuidadora de niños de 0 a 16 años. Tenía un carácter espectacular para ganárselos, en este caso parecía un trabajo sencillo, solo tenía que vigilar a Hugo, que es como se llamaba el niño. Los últimos consejos a la chica fueran que no comiera chocolate y se lavara los dientes antes de ir a dormir; y como muy tarde a las 10:30h a la cama.
Estuvieron jugando un rato hasta la hora de la cena, momento en el que la cuidadora le preparó una tortilla francesa con un poco de ensalada, aunque la ensalada no le gustaba mucho, como a la mayoría de chicos de su edad -en ese momento le faltaban cinco meses para los 9 años-. La chica tuvo que ayudar a Hugo a ponerse el pijama para irse a dormir, el problema del brazo le impedía hacer las cosas con normalidad.
De golpe, los vecinos del piso cuarto escucharon un grito, “Mutawa”, y escucharon un fuerte golpe en la calle, se asomaron y pudieron ver a la chica estrellada contra el suelo de la calle.
Un vecino llamó a los padres que se personaron rápidamente en su hogar que ya estaba tomado por la policía, buscaron huellas por toda la casa y no hallaron nada. El niño solo dijo que vio una enorme haz de luz entrando por la ventana y durante unos segundos no pudo ver nada más.
Pasaron unos meses muy acongojados por el suceso pero, como todo al final, se fue olvidando y volvió todo a la normalidad.
Cierto día los padres tenían una reunión en el colegio y no querían dejar al niño solo, ya que era por la noche. Le pidieron al abuelo materno por si se podía quedar con él esa noche y al regresar lo llevarían a su casa de regreso, el abuelo encantado accedió, le gustaba mucho jugar con su nieto, estuvieron jugando con una consola bastante rato y después de cenar ayudo a su nieto a ponerse la ropa de dormir.
Los vecinos nuevamente escucharon el grito “Mutawa” alertados por el grito llamaron a la policía que llego y llamaron al timbre. El niño abrió con la cara descompuesta, la policía entró y vio el cuerpo del abuelo colgando de una de las lámparas del comedor, ahorcado. La policía repitió el proceso de unos meses antes y no encontraron nada. La explicación del niño fue igual que la anterior un enorme haz de luz entró por la ventana y durante un rato no pudo ni ver ni oír nada, cuando al fin pudo vio a su abuelo colgado.
Los padres estaban muy asustados y decidieron cambiar de piso, se marcharon a otro pueblo, querían estar lejos de ese pasado.
Los meses transcurrieron tranquilamente en su nuevo hogar, no sucedió nada fuera de lo normal, un día salió para el colegio y caminando por la acera -nadie más se veía por los alrededores-, cruzando un paso de peatones, un coche se detuvo para que pudiera pasar el chico, cuando estaba justo en el centro del paso de peatones, los parroquianos de un bar cercano escucharon un fuerte grito. Mutawa”.
Cuando salieron solo podían ver un coche totalmente calcinado y con un muerto en su interior, el conductor. Apagaron el fuego, los bomberos y la policía interrogó al chico. Lo mismo de siempre: un enorme haz de luz se acercó al coche y luego nada, fuego y muerte en el coche.
Los padres estaban aterrorizados, tenían miedo por su hijo, pero a él ninguna de las tres veces que sucedieron los hechos le paso nada,
¿Por qué? Esta era la pregunta que no tenía respuesta.
Faltaban varios días para que Hugo cumpliera trece años. Los padres le estaban preparando una pequeña sorpresa con algunos de los amigos que tenía, alquilaron un pequeño local e invitaron a los diez mejores amigos de Hugo, sería una fiesta sorpresa. Todos tenían que estar a las cinco de la tarde en el local, donde los padres les tenían todo preparado, bocadillos bebidas sin alcohol y pastel de cumpleaños.
Con la excusa de ir a ver una película al cine los tres juntos, salieron caminando hacia el cine y, al pasar junto al local, el padre le dijo que se acercara a mirar una cosa a través de los cristales.
Al acercarse se abrió la puerta y los diez amigos salieron gritando. “Sorpresa” y cantando el cumpleaños feliz.
Los padres se marcharon para que los chicos y chicas pudieran hablar de sus cosas, quedaron que pasarían tres horas después a recoger todo y marchar para casa.
Llevaban algo más de una hora cuando sucedió, los habitantes más cercanos al local escucharon: “Mutawa”, “Mutawa”, “Mutawa”, hasta diez veces y después todo silencio. Cuando se acercaron vieron un cuadro de horror que les hizo vomitar, diez chicos y chicas totalmente destrozados sus cuerpos y solo un superviviente, Hugo.
Esta vez la cosa sería diferente. En el local tenían cámaras para grabar y la policía las quiso visualizar.
Hugo dijo lo de siempre: un haz de luz y luego solo silencio y muerte.
El sargento encargado de visualizar las imágenes quedó horrorizado y no pudo decir ni palabra. Su ayudante salió corriendo y se dirigió a la iglesia.
—Padre, padre, ¿existe el diablo? —preguntó el policía.
—Si hijo, existe, ¿por qué me lo preguntas?
—Acabo de verlo, venga conmigo y lo podrá ver.
Viendo la imagen en un momento de la grabación se veía como Hugo estiraba su brazo inútil y de dentro de su cuerpo salía un ser deforme que mataba en segundos todo lo que tenía vida a su alrededor. Era la reencarnación del diablo.
Los padres de Hugo fueron llamados para que vieran las imágenes, el padre gritó “nooooooooooooo” y salió corriendo donde estaba Hugo y sin que nadie lo pudiera evitar acabó con la vida de su hijo.
Luego explicó a la policía que cuando estuvo en el norte de Nigeria, una bruja le echó una maldición por no ayudarla, y en lenguaje Hausa, le predijo que de sus semillas saldría el diablo al grito de “Mutawa”, que significa muerte en su idioma, y moriría todo el que estuviera junto a él en ese momento.
La madre no pudo enterrar a su hijo ni acompañar a los padres de sus amigos, nunca más pudo hablar ni articular palabra. En el centro donde está encerrada, se le escucha reír y decir en voz baja “Mutawa”, y aunque cuando lo pronuncia no pasa nada, al llegar la noche alguien fallece en el centro.