Embarazo misterioso

2021-06-07T15:52:54+01:0007/06/2021|

-Señorita, está usted embarazada.

Esas palabras del doctor le martilleaban en la cabeza. Ese hombre debería ser expulsado del Colegio de Médicos por emitir un veredicto tan absurdo como ese, pensó. María es una chica de 19 años y el médico le acababa de decir que estaba embarazada, algo que sucede a muchas adolescentes, pero en ella eso era imposible, no había estado con ningún hombre en la intimidad nunca.

Ahora se dirigía a su casa para hablar con sus padres. La cabeza le daba vueltas por las palabras del doctor.

-Señorita, está usted embarazada.

Llegó a su casa, donde sus padres la estaban esperando para comer. Ella era una hija modelo, con 19 años ya estaba en la universidad con matrículas de honor en todas las asignaturas. Siempre se sentía a gusto con sus padres y los quería con locura, nunca les dio un disgusto, nunca una discusión, jamás llegó a su casa con una copa de más, ella era lo que todos los padres quieren como hija.

-¿Qué te pasa María, no tienes hambre? -preguntó el padre.

-No, es que tengo el cuerpo destemplado, cogí frío seguramente -fue la contestación de María.

Comieron casi en silencio, cosa muy rara en la familia, pues siempre aprovechaban la hora de la comida para ponerse al día de todo lo relacionado con la familia. Después de comer, María esperó que las farmacias abrieran y se dirigió a la más lejana de su barrio para que el farmacéutico no la reconociese, le daba vergüenza comprar un predictor. Quería hacerse la prueba ella personalmente para poder demostrarle al médico ese que se equivocaba. Una vez con el predictor en la mano se dirigió a una cafetería cercana, pidió un café con leche y preguntó por el lavabo. Mientras le preparaban el café se dirigió al lavabo, sé cerro la puerta con el pestillo y siguiendo las instrucciones del producto se dispuso a realizar la prueba. Esperó el poco tiempo que necesitaba para saber el resultado, lo sacó y comprobó. El resultado era concluyente: dos rayas bien marcadas, era positivo. María, todavía en el lavabo, se puso a llorar desconsoladamente. Salió del baño y se dirigió a la salida.

-Señorita, perdón, no me pagó el café que me pidió.

-Perdón, me despisté, ¿qué le debo? -fue la respuesta de María.

-¿Algún problema, señorita? -le preguntó el camarero al verla llorar.

-No, nada, gracias. Quédese con el cambio.

El camarero la miró con preocupación al ver a una chica tan bonita con esa tristeza mientras se marchaba. Al llegar a su casa sus padres se preocuparon, pues el rostro de María denotaba preocupación y miedo. Se sentó en una de las butacas y empezó a llorar sin poder parar. Cuando al fin pudo parar, sus padres le preguntaron:

-¿Qué sucede, María?

-No sé cómo explicarlo, papá -fue la respuesta.

-Explícalo tal como sea, nosotros te ayudaremos y comprenderemos cualquier situación, habla hija.

María les explicó que fue al médico porque tenía mareos y después de un análisis le dijo el médico que estaba embarazada, vino a casa, comió y se marchó a una farmacia para comprar un test de embarazo, se realizó la prueba y también dio positivo.

-No te preocupes hija, aquí nos tienes a nosotros para ayudarte con la criatura -fueron las palabras del los padres.

-¿Hablaste ya con el padre? -preguntó la madre.

-No hay padre -respondió María. Los padres de María se miraron con cara de preocupación.

-¿Qué quieres decir, hija?

-Que no hay padre, yo no he estado con ningún hombre en la intimidad, lo juro.

Los padres estaban desconcertados, no entendían nada. La madre fue la que propuso ir a buscar una prueba de embarazo nueva.

-Seguro que no la miraste bien.

Acto seguido se dirigió a la farmacia más cercana. Diez minutos después la tenía en la mano y preparada para hacer una nueva prueba. Realizó el protocolo siguiendo todos los pasos, esperaron el tiempo y lo abrieron poco a poco. Primero salió una rayita y después… otra. Prueba concluyente, positivo por embarazo. Los padres no salían de su asombro. Miraron a la hija y le dijeron:

-No tengas miedo María, sea quien sea el padre nosotros lo aceptaremos, dínos quien es el padre, María.

-No hay padre, lo juro, creedme, no he estado con ningún hombre en la cama nunca.

Pasado ese momento decidieron visitar al ginecólogo que la trataba normalmente. Sería al día siguiente.

Nadie pudo dormir en esa casa, nadie. Todos le dieron vueltas a sus pensamientos, los padres no sabían por qué María no quería revelar el nombre del padre y María no entendía nada. La biblia habla de un Espíritu Santo que dejó embarazada a María sin que José la tocara, pero eso es cosa de religión, esto es la realidad pura y dura con una situación inexplicable para todos.

No le explicaron nada del embarazo al ginecólogo, querían una revisión a fondo.

-Hace dos meses que tuvo visita conmigo verdad? -preguntó el doctor.

-Si doctor, pero es que me noto picores y quiero una revisión a fondo -mintió María.

Después de todos los análisis, el resultado fue claro: embarazo de aproximadamente ocho semanas.

-Estarán felices.

Las miradas de los tres hicieron comprender al doctor que no era precisamente felicidad lo que tenía esa familia. Salieron de la consulta en silencio, nadie hablaba, la tensión se podía cortar con un cuchillo. Llegaron a casa y todo siguió en silencio, la harmonía y alegría que tenía aquella familia se volvió silencio y tristeza y de esta manera fueron pasando los días. Dos meses después de la visita al último doctor, el padre en su sillón mirando distraídamente el diario una noticia le llamó la atención.

“Detenido ginecólogo por violación y abusos a sus pacientes.” La noticia decía así: “El ginecólogo Álvaro García ha sido detenido en su clínica privada ante la denuncia de una paciente que tras la revisión y quedándose dormida en la clínica, vio restos de semen en su ropa interior. Tras analizarla y conseguir una muestra de saliva del doctor, lo cotejaron con su ADN con la conclusión científica de que los restos de semen eran del doctor al 100%.”

El padre preguntó a María:

-¿Cómo se llama tu ginecólogo? -preguntó el padre.

-Álvaro, ¿por qué? -respondió María.

-¿Álvaro García? -preguntó el padre.

-Si papá, ese es, ¿por qué?

El padre se levantó y le enseñó el diario a su hija, que después de leerla se puso a llorar. Efectivamente, cada vez que iba a la consulta se quedaba dormida extrañamente y eso pasaba cuando le sacaban sangre para los análisis. La causa era que antes de extraer la sangre, les inyectaba un líquido anestésico que causaba el sueño profundo durante aproximadamente una hora, tiempo que el doctor dedicaba a violar y abusar de sus pacientes más bellas. La familia puso la correspondiente denuncia que se sumó a las más de 25 que ya tenía desde que salió la noticia. Una vez celebrado el juicio, fue condenado a 50 años de cárcel, expulsado del Colegio de Médicos y a indemnizar a todas sus víctimas con 1.500.000€ y especialmente a María, que la indemnización fue el triple que a las demás porque tenía la criatura que cuidar.

María y su familia volvieron a ser una familia unida, pero nunca más fue sola al ginecólogo.

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