Aguinaldo envenenado
Juan estaba contento. Después de estar mucho tiempo en el paro, le llamaron para una entrevista de trabajo. Se presentó en el lugar de la entrevista, un bloque de pisos un poco antiguos, pero a él solo le interesaba el trabajo, no el lugar. Después de la entrevista le explicaron cuál sería su trabajo: le dejarían una furgoneta de alquiler que él alquilaría a su nombre, dándole el dinero por adelantado. La empresa le entregaría una llave del piso donde estaban en este momento y él solo tendría que pasar a recoger cestas de Navidad para repartir en los domicilios que le darían en una hoja de ruta y el sueldo seria de 1500 € por la ruta que haría diariamente. A Juan esto le pareció fenomenal, por lo menos un mes sin sufrimientos en casa, y la persona que le hizo la entrevista le dijo que si hacía el trabajo con responsabilidad contarían con él para más adelante. Le dieron el dinero para alquilar la furgoneta, una copia de la llave y empezaría el lunes siguiente.
Cuando llego a su casa, se lo explicó a su mujer y su hija y lloraban de emoción: podrían pasar unas Navidades dignas sin tener que ir a Cáritas para que les dieran la cesta de la compra. Al día siguiente, fue a alquilar la furgoneta para un mes. Pagó 1200 € y dejó en depósito otros 1000 €. Llenó el depósito de gasolina y lo dejó todo preparado para empezar el lunes.
Su mujer fue al súper a comprar y pudo llenar la nevera con el adelanto que le dieron. Llegó el lunes. A pesar de no tener a nadie que le controlara el tiempo, Juan madrugó y se dirigió al piso donde tenía que recoger las cestas de Navidad para repartir. Abrió la puerta y pudo comprobar como, efectivamente, tenía preparadas 15 cajas de Navidad y un papel con las direcciones de entrega. En un rincón, una caja con un letrero “Para que la disfruten usted y su familia”. La abrió y se asombró: tenía de todo, lo clásico en Navidad, con jamón incluido. Empezó a cargar las cajas, en 10 minutos ya tenía las 15 cajas en la furgoneta, todas numeradas y todas con una dirección. Llegó a la dirección de la primera, llamó al timbre y abrió una chica joven, que cogió su caja y cerró la puerta. No fue muy simpática precisamente y lo mismo una tras otra.
Cuando acabó de entregarlo todo se marchó a su casa a descansar. Al día siguiente lo mismo, misma cantidad de cajas y nuevas direcciones. Quien sería quién mandaba estas cajas de Navidad a gente tan diferente? Cuando se cumplía el día 18 de reparto sucedió la pesadilla por la que atraviesa Juan. Al acabar de entregar la primera caja, al salir para seguir la ruta, ocho policías rodearon la furgoneta y detenían a Juan. ¿Pero por qué? Al llegar a comisaria se enteró. Estaba acusado de tráfico de drogas y atentar contra la salud pública.
-Eso no es verdad -le dijo a uno de los agentes. El policía lo llevó a la furgoneta que tenían aparcada en el párking de la policía y le abrieron las cajas de Navidad. En todas tenían botellas de licor, turrones y en un doble fondo, marihuana, hachís, cocaína. Era una tapadera para repartir drogas sin levantar sospecha.
-Todo se aclarará, tengo la llave del piso donde recogía las cajas.
-Lo sabemos -le dijo la policía- el piso está alquilado a su nombre.
-No es posible, yo no he alquilado nada -le enseñaron el contrato con una fotocopia de su DNI. Y una firma que se parecía a la suya.
Entonces empezó a ver claro, que había sido engañado y usado como mula de transporte de drogas. La fotocopia del DNI era la que él entregó para legalizar el contrato de trabajo. Registraron todo el piso y solo encontraron huellas de Juan, la furgoneta alquilada a nombre de él. Todo apuntaba a que el responsable era Juan. En el juicio, fue condenado a quince años de cárcel. De eso ya hace seis años, le quedan nueve y estos años los ha pasado llorando y con ganas de morir. Él solo quería un trabajo para dar de comer a su familia y encontró una ruina personal.
Justo ese día vendría su abogado a hablar con él y darle buenas noticias, en muy poco tiempo saldría libre. La vigilancia policial daba frutos y alguien pedía personas para trabajar en reparto en el mismo piso donde sucedió todo. Un policía se presentó ante la similitud de lo pasado seis años atrás y fue el mismo sistema que el usado con Juan. Cuando todo estaba preparado para el primer reparto la policía sospechó, nadie entró en el edificio, pero las cajas estaban dentro. Dejaron un micrófono y dos coches en los alrededores y cuando escucharon ruidos tiraron la puerta y detuvieron a una persona, el mismo que hacía las entrevistas de trabajo. Desde el piso superior y apartando unas placas del techo por una escalera bajaba al piso y dejaba las cajas con droga, volvía a subir y tapar el techo, por eso ningún policía podía ver entrar a nadie. El traficante vivía en el edificio hace muchos años. Pocos días después, Juan salió en libertad, pero nadie le podía devolver esos años perdidos dentro de la cárcel. Se hizo justicia, pero era tarde, ya nada sería igual en la vida de Juan.