Miedo en el cuerpo
Pedro es un chico que suele llegar tarde a su casa. Le gusta estar con los amigos, beber y disfrutar juntos, y hoy era un día especial, ya que mañana seria su cumpleaños. Como cada noche que salía, para regresar a su casa tenia que recorrer unos kilómetros desde donde solía acabar la fiesta con sus amigos y su casa. Normalmente no se cruzaba con nadie, excepto en verano, que entonces las calles estaban más concurridas por el turismo que llegaba a su pueblo.
Se despidió de sus amigos con alegría, sus amigos eran su vida. Llevaba dos minutos caminando y en su mano el cigarrillo se estaba consumiendo. El silencio era total, pero algo le llamó la atención, le pareció ver una sombra detrás de un coche. No le dio importancia, dio una fuerte calada al cigarrillo y lo tiro al suelo, aplastándolo con el pie.
No había caminado ni 100 metros y ahora si vio la sombra tras otro vehículo. Siguió caminando, pero alerta. La persona que le seguía era rápida y se escabullía muy rápidamente. No solía tener miedo, pero hoy estaba un poco asustado. ¿Quién era y qué buscaba? Eso lo sabría en poco tiempo.
Siguió su camino, pero cambió su ruta habitual. Fuera el que fuera el que le seguía, no lo tendría fácil. Pero al doblar una esquina, se sorprendió que más adelante dos personas aceleraron el paso para perderse en la oscuridad de la calle. ¿Quienes eran esas personas? Él estaba solo, como cada día, el móvil se le había quedado sin batería. Buscó en la oscuridad algún objeto para defenderse si lo necesitaba, pero no encontró nada. El corazón se le aceleró cuando escuchó unas risas que provenían de la calle oscura.
El miedo ya era muy fuerte y el corazón se le disparaba, los escasos mil metros que le separaban de su casa se le harían largos. Pensó en correr, pero no podía hacerlo, había bebido demasiado para poder correr rápido. Su casa ya se veía entre los árboles, pero antes tenia que atravesar una zona oscura y llena de árboles y maleza donde en caso de tener que correr no podría escapar, solo correr hacia delante o hacia atrás. Se paró antes de entrar en esa zona, miró fijamente hacia adelante y no vio nada raro y hacia atrás tampoco, solo el crujir de unas ramas le sacó de su pensamiento. ¿Qué hacía, seguía o no? Apretó fuerte los puños y empezó a caminar con paso decidido. De pronto el camino se iluminó, un coche a la entrada del camino tras él se paró y encendió las luces largas. Pedro se giró, pero no podía ver nada, las luces del auto le cegaban. Siguió caminando un poco más deprisa, el miedo ya era muy fuerte. Estaba seguro de que venían a por él. El coche revolucionó el motor con el embrague pisado sin moverse del sitio. Eso le hizo ya correr, faltaban 50 metros hasta su casa y no podía hacer otra cosa.
El coche seguía parado con las luces encendidas sin moverse. Dentro, tres personas sonreían al verlo correr, y el coche arrancó poco a poco por el oscuro camino. También se acercaba a la casa. Pedro se acerco a la reja de su casa y sacó las llaves con manos temblorosas, el coche se acercaba poco a poco y los nervios no le dejaban abrir la reja y todavía mas adentro tenia otra puerta.
Al fin, Pedro abrió la reja y se lanzó a la puerta de su casa. Solo meter la llave, abrir la puerta y estaría salvado, dentro se podría defender, era su territorio. Mientras corría a la puerta vio en el pequeño jardín una caja larga. Parecía una caja funeraria. No se podía parar ni a pensar que era aquello, solo quería entrar en su casa. La llave giró y empujó la puerta. La mano instintivamente se dirigió al interruptor de la luz, pero no pasó nada, la luz no se encendió. Agarró un paraguas del paragüero para defenderse. ¿Defenderse de qué o de quién? La casa estaba oscura y en silencio y las luces del coche que le seguía se apagaron. Ahora sí, la oscuridad era total. En voz alta gritó: “¿quién sois y qué queréis?” Silencio total. Siguió caminando entre los muebles que sabía donde estaban, llevaba tres minutos en la oscuridad y se empezaba a acostumbrar, pero seguía sin ver nada extraño en la casa.
¡¡Ring!! Sonó una alarma de un despertador. Eso le asustó más, él no tenia ningún tipo de despertador. Miró a través de la ventana y estaba nevando. ¿Se estaba volviendo loco o que? No era tiempo de nevar, ni siquiera hacía frio en la calle, era el mes de abril. La alarma sonó durante un minuto y se paró y entonces se desencadenaron los acontecimientos. El coche encendió las luces y en ese momento toda la casa se iluminó. Solo se escuchó un grito salir de la garganta, pero no de una, fue un grito de 25 personas: “¡SORPRESA, FELIZ CUMPLEAÑOS!” Todos sus amigos prepararon esta sorpresa para Pedro, un chico joven que siempre decía que el miedo no existía, que era producto de la imaginación y que él nunca tenia miedo de nada. La nieve fue producto de un espray que manejaba uno de ellos desde el balcón superior y la caja con forma de caja mortuoria del patio tenia dentro sus regalos. 25 amigos le dieron una lección que nunca olvidaría, justo en el momento que hace años vino al mundo a las cuatro de la madrugada y 25 minutos. Todo salió bien.