A Ana le robaron la niñez (VI)
-Yo no me acosté con nadie, te lo juro mamá -gritaba y lloraba Ana, repetía una y otra vez.
Era terrible aquella acusación, pero era verdad: Ana no se acostó con ningún hombre, desde las violaciones de su tío Enrique tenía miedo al contacto con cualquier hombre.
La madre y el doctor llegaron al acuerdo de que lo mejor era abortar.
El médico vio a la niña tan desesperada, que dijo de volver a repetir los análisis y se repitieron.
El médico recogió los nuevos análisis y pidió perdón por el error: efectivamente, Ana no estaba embarazada.
Le cambiaron por error sus resultados con los de otra paciente que se los hizo al mismo tiempo que ella.
Entonces decidieron hacerle unas radiografías y todo fue muy rápido el médico dijo que tenían que operar urgentemente, pues ANA tenía un enorme quiste y corría peligro su vida. De repente, la madre de ANA se puso de parto y se la llevaron a otro hospital y a ella se la llevaron al quirófano.
Con Ana se quedó su hermano y con su madre se fue Andrés, el novio último de ella.
Cuando despertó Ana, su hermano estaba a su lado y en la otra cama una señora que habían operado del pie.
48 horas después, paso un chico y le explico lo que pasó con los análisis, él fue quién se equivocó y confundió los suyos con los de otra paciente y los etiquetó al revés.
El chico estaba llorando porque temía por su trabajo, le pidió y suplicó perdón. Por supuesto, Ana ya tenía olvidado el error.
Ana y Laura salieron de los hospitales y como ella no podía con dos niños, era Ana la que se ocupaba de los bebés, les daba de comer y los bañaba.
Pasado un tiempo, Ana se marchó a casa de su abuela y su hermano Carlos con ella. En aquella pequeña casa sobraban, eran muchas bocas que alimentar, y Andrés le dijo a la madre de Ana que no podía mantener a los dos hijos de ella y además ella ya era una mujer y no era correcto que vivieran bajo el mismo techo. De esta manera, se marcharon los hermanos.
Ana encontró trabajo en una fábrica de géneros de punto, donde fabricaban camisetas. Trabajaba en una máquina de coser, se levantaba a las 5h de la mañana para empezar, a las 6h los recogía un minibús que los llevaba a la fábrica. Hasta las 3h de la tarde trabajaban sin parar, volvía a casa, comía y después otra vez a la fábrica hasta las 10h de la noche.
Cuando llegaba a casa estaba tan cansada que casi nunca cenaba, solo quería dormir. Pasado un tiempo se marchó de ese infierno por que los trataban como animales,
Ana se rebeló y fue a hablar con el dueño porque no querían pagarle las horas extras y al final consiguió que se las pagaran a todos, pero ella se fue porque en aquel despacho le faltaron el respeto como persona y sobre todo como mujer.
Se marchó a trabajar a una tienda de souvenirs, el dueño tenía varias tiendas, una de ellas en Girona.
En la tienda le fue bien hasta que un día le llamo el dueño al despacho. A su lado había un señor de unos 50 años y la conversación fue la siguiente:
-Mira Ana, te presento a mi amigo, que dice que eres muy guapa y le gustaría hacerte unos regalos y si eres buena hasta posiblemente te compre un piso. Primero te llevará a cenar a un buen restaurante y después te llevara a su casa, que seguro que te gusta, es una casa muy grande y él vive solo.
Ana notó como la rabia y el enojo le subía por todo el cuerpo. Cuando acabo de hablar, Ana explotó.
-¡Pero bueno, que se han creído estos dos viejos babosos! ¡YO NO SOY UNA PUTA! -les gritó.- Si me vuelven a repetir alguna insinuación se lo digo a mis tíos y les van a romper la cara y posiblemente algo más. Sinvergüenzas, cabrones -les dijo de todo, lo que se merecían.
Ana se hartó de tantas vejaciones y pidió la cuenta, que se la preparase para el sábado.
Llego el sábado y no tenía preparado el finiquito, cerró la puerta y la llevó al despacho, le repitió lo tonta que era por no aceptar a su amigo
Ana cogió una lámpara de mármol de sobremesa y le dijo: “¿Me da mi sobre ahora mismo o le rompo la lámpara en la cabeza?”
El viejo jefe le dio su semanada y nada más, ella lo puso en su bolsillo y salió de allí. No quería que nadie la pisara nunca más. Fue a casa de su abuela… esa misma noche, Ana puso cuatro trapos en una maleta y a las 5h de la mañana se marchó a coger un tren, su destino era Italia.
¿Por qué Italia?
Porque unos años atrás conoció a una familia italiana que le dijo:
-Si algún día vienes a Italia y pasas por Nápoles y buscas trabajo llámanos, te ayudaremos.
Cuando llegó los llamó y, efectivamente, le encontraron un trabajo en casa de unos señores, su trabajo consiste, según le explicaron, en…
¿De qué es el trabajo? ¿Cómo reaccionará Ana en un país extranjero? Todo esto y más en el siguiente capítulo de A Ana le robaron la niñez.